Respirar teatro y poesía desde la profesionalidad de Julio Capote

El 22 de septiembre se celebra el Día Internacional del Mimo, fecha que evoca este arte milenario, surgido en la antigua Grecia que tuvo su reflejo en Latinoamérica y llegó luego a Cuba.

Los Mimos son actores que, sin la utilización de las palabras, logran representar historias utilizando movimientos y gestos por medio del lenguaje corporal. Cuando se habla del Arte del Mimo y de la Pantomima en Cuba, el nombre de Julio Capote Cao, brilla por sí solo.

Este artista, nacido en San Antonio de los Baños, fue un hombre de teatro, creador y pedagogo incansable. Sus inicios se remontan al año 1961 cuando se vinculo al teatro como alumno de la Escuela Nacional de Instructores de Arte y posteriormente realizó su servicio social en Pinar del Rio.

Desde la zona más occidental de Cuba desplegó con una intensa actividad artística y educativa en todos los géneros teatrales y realizó su primer recital como Mimo.

«Mi papá fue uno de los primeros que incursionó en la pantomima. Alrededor de los años sesenta, después del Triunfo de la Revolución, no había tanto conocimiento como hay hoy acerca de este arte y el fue un ferviente defensor y enamorado del arte del Mimo y creo que el valor que pudo alcanzar la pantomima en Cuba gran parte se debe a su trabajo y esfuerzo, manifestó la actriz Malawi Capote, hija de Julio y heredera de su talento artístico.

«Mi manera de respirar», así definió Julio Capote que significaba para el ser un Mimo. En su libro Del Mimo al Mimo refiere:

«…el Mimo de todos los tiempos se expresa artísticamente con su cuerpo, que su gestualidad es instrumento constante, que es capaz de sintetizar la realidad en imágenes de gran elocuencia. Que con la técnica que posee, nos descubre un mundo onírico, mágico y misterioso que eleva su accionar al rango de poesía en movimiento y que como ha dicho Alejo Carpentier, el silencio es palabra de su vocabulario».

En este texto que nació de sus experiencias destaca, además, que el Mimo es la provocación a la inteligencia, un productor de señales, un poeta que recorre los caminos del actor, del bailarín, del clown, del acróbata pero inmenso en su propia poética.

En la década del sesenta del siglo pasado, Julio desarrolló importantes esfuerzos por promover y divulgar este arte, primero desde al Consejo Nacional de Cultura, con la creación del Conjunto Mimo Clan con el que viajo por todo el país; y más adelante en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

Corría el año 1971 y Julio Capote llega a la gran pantalla. Es entonces cuando funda el Grupo de Pantomimas de la Televisión dirigido, sobre todo, a la programación para niños. Este espacio posibilitó que el género se consolidara y llegara a un importante número de espectadores.

«Tuve una relación muy unida con mi papa, recuerda Malawi. Iba mucho con él al ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) y a los ensayos con su grupo. Me extasiaba aquello que hacían, como era todo un movimiento, un baile; en aquel momento lo identificaba como baile y a mí siempre me ha gustado la danza. Veía también los del ballet de la televisión que dirigía la maestra Cristi Domínguez. Crecí en ese ambiente y más tarde junto a Los Cuenteros. cuando me llevaba mi mamá».

En la década del 80 Capote pasó a formar parte del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, insertándose en el sistema teatral cubano. Con el teatro Mimo Clan desarrolló una singular estética que le valió reconocimientos internacionales.

«Era muy estricto, una persona muy exigente con sus Mimos, me cuenta Malawi tratando de encontrar en su memoria aquellos tiempos de su infancia.  Recuerdo que él pesaba a los actores todas las semanas y si alguno pasaba del peso que estimaba que debían tener lo suspendía de los ensayos. El decía ‘o estabas buena para la calle o estabas buena para la escena’. Siempre fue muy meticuloso.

«De pequeña tuve la oportunidad de trabajar junto a él en la televisión. Fue en el programa Variedades infantiles y en Caritas, un programa infantil emblemático que lo hacía Cristi Domínguez y luego la actriz Maribel Rodríguez. Hicimos el espectáculo Caperucita Roja, tendría yo 6 o 7 años, mi hermano era el lobo y mi papá el cazador».

Julio Capote fue profesor del Instituto Superior de Arte (ISA) y de la Escuela Nacional de Arte (ENA). Varias generaciones de actores de renombre en el país bebieron de la savia de este artista de nuestro pueblo, ferviente impulsor del teatro.

Los Cuenteros es, sin dudas, el mejor legado de Julio y su esposa Graciela González, que hoy continúa su hija Malawi. Desde su fundación, en 1969, quienes han formado parte de esta travesía titiritera, fueron y son protagonistas de numerosas historias contadas desde la imaginación y la creatividad de un conjunto de artistas de pueblo, esencia del grupo.

«No tuve formación académica desde una escuela, pero sí tuve la escuela en casa, donde yo absorbí todo lo que soy. Trabajé mucho con mi papá. Todos los trabajos de preparación de espectáculos siempre los hice de conjunto con él, los estudios de personaje, los trabajos de mesa», momentos que atesora Malawi.

«Hicimos varios espectáculos, yo como actriz y él como director que me sirvieron de mucho. Mi papá en la casa me enseñaba técnicas corporales. Guardo muchos libros de teatro que estudiamos juntos. Recuerdo obras que fueron premiadas como La muerte y Francisca, un unipersonal con títeres y la versión de Los zapaticos de rosa, de José Martí, bajo el titulo Y dice una mariposa«.

Hoy la labor desplegada por Julio Capote constituye material de estudio para no pocas agrupaciones teatrales, danzarías, titiriteras y circenses, así como parte estudiantes de las escuelas de arte.