FUENTE: Fichas en poder del autor.
José Cipriano y Pío Joaquín de la Luz y Caballero, nació en La Habana, el 11 de julio de 1800.
Su madre, doña Manuela Caballero, era mujer de recio carácter. Su padre, Antonio de la Luz, además de Teniente Coronel de Milicias y Regidor Perpetuo del Ayuntamiento de la ciudad, era dueño de un ingenio azucarero con su correspondiente dotación de esclavos.
A los 12 años comenzó estudios de Filosofía y a los 17 obtuvo el grado de Bachiller en Artes, en la Universidad de La Habana.
Por sus inclinaciones al sacerdocio, ingresó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y fue discípulo de su tío materno José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera.
Sus inquietudes filosóficas lo fueron apartando de los estudios religiosos, por lo que en lugar de ordenarse sacerdote se graduó como Bachiller en Derecho en el propio seminario. Según algunos biógrafos, José de la Luz y Caballero abandonó su vocación eclesiástica cuando se enamoró de la hija de los Condes de Jibacoa.
Era entonces un joven que practicaba ejercicios físicos y se distinguía en la equitación.
Traducía textos y se adentraba en temas de la Ética y la ideología liberal.
Sustituyó a José Antonio Saco en la Cátedra de Filosofía del Seminario.
Profundo pensador y amante de la vida y las cosas de su país, promovió el desarrollo de la nacionalidad. Sin embargo, le fue criticada en vida su visión conservadora sobre la independencia de Cuba.
Al general Narciso López le escribió en la víspera de su alzamiento: Si usted se lanza recibirá un desengaño. El pueblo lo abandonará. Cuba no está preparada para gozar la independencia: para que lo esté soy yo maestro de escuela.
Motivado por una enfermedad nerviosa, las ansias de conocimientos y la búsqueda de mayor serenidad espiritual, emprendió viaje, con 28 años.
Durante tres años se alimentó de la cultura universal para proyectar un prometedor futuro dentro de la intelectualidad cubana. Viajó por Estados Unidos, Francia, Escocia, Inglaterra, Alemania e Italia. Recorrió universidades, bibliotecas, museos, templos y ruinas de culturas precedentes.
Compró libros, trabajó, estudió y conversó con sabios y literatos en sus propios idiomas.
En 1831 regresó a La Habana y comenzó la etapa más fecunda de su vida.
Colaboró con la recién aparecida revista Bimestre Cubana y se incorporó a la Sociedad Económica de Amigos del País.
Convencido de que en las aulas se fraguaba la patria, emprendió en su colegio El Salvador, modos secretos de acción como la sensibilización de las conciencias y la educación táctica para la gesta de la libertad. A las siete de la mañana del 22 de junio de 1862, la vida de uno de los cubanos más eminentes del siglo XIX llegó a su fin.
La depresión causada por la muerte de su única hija, María Luisa de la Luz Romay con apenas 16 años, la falta de sueño, el exceso de trabajo y la enfermedad, marcaron los últimos días de José de la Luz y Caballero.
La noticia de su fallecimiento conmocionó a la ciudad de La Habana.
Se dice que 500 carruajes y más de 6000 personas acudieron al sepelio.
El propio Capitán General decretó un homenaje póstumo al destacado director del colegio El Salvador.
A 162 años del fallecimiento del gran educador José de la Luz y Caballero su ejemplo se hace más necesario cada día en nuestra aulas.
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