José Miguel Gómez y Mario García Menocal, fueron dos figuras de nuestro escenario histórico.

Por el Lic: Alejandro Batista Martínez.

Se dice que el mayor general José Miguel Gómez, mientras fue presidente de Cuba, nunca pensó en la reelección. Su mayor acierto fue el no haberse embriagado con el poder.

Presidió unas elecciones y su partido las perdió. La aristocracia criolla, los altos intereses azucareros y la burguesía nunca disimularon sus aprensiones por el ascenso de las masas durante la administración de José Miguel.

Había que sustituir a ese guajiro espirituano de vista demasiado gorda y manga demasiado ancha, por un hombre de la derecha que tenía fama de organizador y enérgico, el general Mario García Menocal. Desde que salió del poder, el 20 de mayo de 1913, José Miguel Gómez no hizo otra cosa que tratar de volver a Palacio.

Había tomado posesión de la presidencia el 28 de enero de 1909. Fue entonces que doña Pilar Samoano, propietaria del hotel Telégrafo, donde el político instaló el cuartel general de su campaña, le regaló la silla que utilizaría durante su mandato.

A partir de ese obsequio se empezó a decir que los presidentes cubanos se sentaban en la silla de doña Pilar, aun después de que el objeto dejara de utilizarse.

En 1917 se alzó en armas contra Menocal y la victoria pareció sonreírle. Lograron los liberales dominar el territorio de la provincia de Camagüey, así como la ciudad de Santiago de Cuba.

Se decía que si José Miguel, al frente de su tropa, lograba penetrar en Las Villas, zona decididamente liberal, nadie detendría su camino triunfal hacia La Habana.

Perdió el caudillo demasiado tiempo, incluso bailó La Chambelona en el parque de Majagua, y el ejército se movió con más rapidez y eficacia que los opositores, mientras que Menocal recibía el espaldarazo de Estados Unidos. Washington no reconocería a ningún gobierno que surgiera de la insurrección.

Cayó preso en Caicaje José Miguel Gómez con su hijo Miguel Mariano Gómez Arias y toda la escolta. Fue internado en el Castillo del Príncipe. Alegraron al expresidente en su encierro las visitas de María Calvo Nodarse, aquella mujer que hoy todavía se recuerda por el sobrenombre de La Macorina, su amiga íntima desde épocas mejores y que continuó siéndole fiel aun en aquellos días aciagos.

Beneficiado por una amnistía, volvería a aspirar a la presidencia en 1920 pero perdió frente a Alfredo Zayas Alfonso. Entonces, desencantado de la vida política cubana, se trasladó a Estados Unidos. Murió, víctima de una pulmonía, en el hotel Plaza, de Nueva York, en julio de 1921.

Sus honras fúnebres se celebraron en la catedral de San Patricio y el ejército norteamericano le rindió los honores inherentes a su grado de mayor general y a su condición de expresidente. Sus restos llegaron a La Habana en un ataúd de bronce.

En el muelle lo esperaban quienes querían cargarlo y llevarlo en andas y su hijo Miguel Mariano tuvo que imponerse a la multitud para garantizar el orden. Lo velaron en su casa de Prado esquina a Trocadero y fueron tantas las ofrendas florales que tuvieron que colocarse en el paseo. Su entierro fue una de las grandes manifestaciones de duelo que recuerda La Habana. Mario García Menocal salió de Palacio el 20 de mayo de 1921, para embarcarse directamente a Francia. Después de 8 años de imposición dejaba la República exhausta y desamparada.

Pasado un tiempo regresó a Cuba y se dedicó al fomento de empresas azucareras, como el central Santa Marta. No por eso se desligó de la política activa. Volvió a figurar como candidato de los conservadores en las elecciones de 1924 y fue derrotado por el general Gerardo Machado.

Al iniciarse los trabajos de la carretera central, lo designaron inspector general de la obra, cargo que desempeñó hasta 1930, cuando unas declaraciones suyas lo situaron en un plano de oposición a la tiranía machadista. Se sublevó contra Machado en agosto de 1931 y fue apresado a los pocos días en La Cabaña y después en el Presidio Modelo. Al salir de la cárcel, fue objeto de nuevas persecuciones que lo obligaron a exiliarse.

A su regreso a Cuba, tras la caída de Machado, Menocal aspiró nuevamente a la presidencia de la República y fue derrotado por Miguel Mariano Gómez.

Lideró la oposición al régimen militar del coronel Fulgencio Batista, pero pactó con él en la Asamblea Constituyente de 1940. Se dedicó enseguida a reorganizar en un solo partido las dispersas huestes conservadoras. En esa tarea lo sorprendió la muerte, el 8 de septiembre de 1941, en su casa de Línea y G. Sus restos fueron velados en el Capitolio Nacional.

FUENTE: Fichas en poder del autor. Artículos periodísticos de Ciro Bianchi Ross.

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