Vida y obra de un mártir veredano

Por: Lic. Alejandro Batista.

En la antigua calle Martí número 47, de Vereda Nueva, residía el matrimonio conformado por Juan de la Cruz González Figueroa y Brígida Brito. Allí, el 9 de abril de 1919 nació su primogénito, llamado Alejandro. Desde temprano aprendió a leer y escribir de la mano de sus padres, maestros de gran prestigio popular.

La influencia pedagógica de Juan y Brígida marcaron la actitud cívica y de amor a la patria de Alejandro y sus hermanos Rosalina, Rodolfo y Silvio. Sobre el mártir que da nombre a una de las escuelas primarias de nuestro municipio San Antonio de los Baños, conocerás en este encuentro con nuestras raíces.

Ingresó en el Bachillerato casi al mismo tiempo que se produjo el cierre del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana por órdenes de Gerardo Machado. Las luchas estudiantiles y sociales lo marcaron profundamente, involucrándose en las actividades antimachadista.

Con la intensión de ser marinero aprobó los exámenes para ingresar en la Escuela Náutica de la Marina Mercante. Con un brillante desempeño egresó como piloto de altura y maquinista, el 19 de junio de 1941. Tenía 22 años al concluir la Academia Naval y sobresalía por sus concepciones martianas y el apego a la constitucionalidad.

El 20 de noviembre de 1941 acudió a San Antonio de los Baños para inscribirse en el Servicio Militar de Emergencia. Trabajó en diversos barcos mercantes, abasteciendo a las fuerzas aliadas de la lucha antifascista. Por su destacada labor durante la Segunda Guerra Mundial recibió una alta condecoración del gobierno norteamericano.

Por esos días contrajo matrimonio con Irene Relova Penichet, fijando su domicilio en El Vedado, donde nacieron sus hijos Iván y Alina. Culminada la Segunda Guerra Mundial le resultó difícil a Alejandro González Brito encontrar empleo fijo.

No fue hasta el 21 de octubre de 1952 que tomó posesión de un puesto en la Capitanía del puerto de Cienfuegos. Permaneció alquilado en la perla del Sur hasta el 30 de abril de 1955, cuando lo designaron como segundo capitán del puerto de La Habana.

La agitación política que vivía el país después del Golpe de Estado de Fulgencio Batista, marcó su pensamiento y configuró su actuación. Convencido de que algo había que hacer, se preparó para cambiar la Historia.

El 7 de mayo de 1956 regresó Alejandro González Brito a su puesto como capitán del puerto de Cienfuegos. Su desacuerdo con los acontecimientos trágicos que sucedieron al desembarco del Granma motivó su renuncia al puesto, el 4 de diciembre de 1956. Al cabo de unos meses se reinstaló en las oficinas de la aduana como jefe del puerto.

Enterado de la toma de Cayo Loco, el 5 de septiembre de 1957, se presentó ante Dionisio San Román Toledo, Julio Camacho Aguilera y demás jefes para manifestarles su respaldo al levantamiento. Permaneció en Cayo Loco junto a los dirigentes de la insurrección popular. Pasado el mediodía salió del Distrito Naval, sin poder avanzar mucho pues el ejército había cercado los focos rebeldes.

En el Hotel Roma algunos amigos le ofrecieron refugio. La persecución se recrudeció al amanecer del día 6 de septiembre. Alejandro abandonó el hotel y fue detenido en las calles cienfuegueras. Encerrado en los calabozos de Cayo Loco, fue trasladado luego en avión hacia La Habana.

En el Estado Mayor de la Marina de Guerra comenzaron a interrogar y maltratar brutalmente a Alejandro González Brito. De ahí fue trasladado para la Quinta Estación de la Policía Nacional, donde continuaron las torturas. Sus asesinos, Julio Laurent y Esteban Ventura Novo, se ensañaron con el marino veredano. Lanzado al mar, entre los días 9 y 12 de septiembre de 1957, su cuerpo jamás apareció.

A cien años de su natalicio coincidimos con José Martí, al expresar: “No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido hombre de todos los tiempos, o un hombre de su tiempo”. Por eso, Alejandro González Brito vive y vivirá siempre en el recuerdo de su pueblo.

FUENTE: Fichas en poder del autor.