La laguna natural más grande de Cuba fue la de Ariguanabo. La historia de su formación hoy resultar casi desconocida, pues desde hace algunas décadas resulta imposible localizarla en un mapa físico de Cuba.
Con anterioridad a 1780 no existía la laguna de Ariguanabo, pues no se le menciona en los documentos precedentes a esa época. Se habla, sin embargo, de las que había próximas al asiento del Hato de Ariguanabo, pequeñas todas e independientes entre sí. Más hacia el norte, junto al actual pueblo de Bauta, anteriormente denominado Hoyo Colorado, se conocía de la existencia de otros 2 lagunatos en la depresión que allí forma el terreno.
A veces, cuando las lluvias eran continuadas y muy copiosas, algunas de las lagunas del primer grupo solían desbordarse uniendo sus aguas. Tan pronto como los aguaceros cesaban, los charcos recobraban su nivel natural y todo quedaba como si nada hubiera ocurrido. Hasta entonces ninguna de aquellas inundaciones interrumpía el tránsito de carretas, volantas, arias, jinetes y peatones por el camino que comunicaba a Vereda Nueva con Corralillo.
Entre las lagunas existentes en la zona la mayor erala de Biragua, situada al este y en la que derramaba su corriente el río Govea, de muy escaso caudal. La launa de Perdigón, al norte, era alimentada por el arroyo del mismo nombre, y la de Loreto se localizaba más próxima a Vereda Nueva. Las de Vicana, La Pastora y Guandambú no pasaban de ser simples charcos cenagosos que durante los meses de verano quedaban completamente secos.
Las leyendas que se han tejido entorno a las causas que dieron nacimiento a la laguna de Ariguanabo son variadas. Cuenta una, la más antigua y repetida de todas, que cierto individuo, mayoral del Hato de Ariguanabo, entonces propiedad de don Nicolás Chacón, a consecuencia de un disgusto tenido con el capitán don Manuel Chacón tapó, en 1787, 5 sumideros por donde se comunicaban las aguas lluvias que afluían a ese punto como el más bajo.
Diego José Gutiérrez realizó investigaciones sobre este asunto, llegando a la conclusión de que se trataba de un cuento. El historiador afirmó que en 1790 todavía no existía la laguna de Ariguanabo y que, al año siguiente, debido a un temporal de agua muy duradero, se anegaron todas las edificaciones del Hato Ariguanabo.
Esta versión está estrechamente relacionada con otra, en la que se cambian los protagonistas, pero se mantiene casi intacta la trama central. En historias como estas la tradición oral pone y quita elementos para hacerlas más creíbles y transmitirlas de una generación a otra.
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