Por: Lic. Adian Aceedo

Ariguanabo es el nombre que los aborígenes le pusieron a nuestro río, término que significa del guanal o del palmar. Este afluente natural brinda el gentilicio ariguanabense a los nacidos aquí, por eso es importante conocer su historia.

Los baños en el río Ariguanabo se conocen desde el siglo XVIII. Según afirma el historiador José Rafael Lauzán, en su libro Historia Colonial Ariguanabense, se conoce que en los años 1750 hubo individuos que realizaban grandes recorridos para bañarse en las tranquilas aguas del río, las cuales consideraban curativas de muchos males.

Con la fundación oficial de la Villa, en 1794, y la acción del Marqués de Monte Hermoso, los baños se aristocratizaron. Antes solo lo usaban las personas pobres del campo que buscaban alivio de algún mal. Luego las personas de abolengo, formadas por la nobleza cubana, venían a bañarse en las aguas cristalinas del Ariguanabo, con fines deportivos y turísticos.

Según Manuel de Garay, en su obra Historia descriptiva de la Villa de San Antonio de los Baños y su jurisdicción, publicada en 1859, la temporada de los baños comenzaba, al menos para la clase más pudiente, en el mes de marzo y concluía en septiembre.

Venían muchas personas y se reunían familias, quienes improvisaban banquetes y hacían otros entretenimientos en las márgenes del río. Reinaba en toda la animación, el contento, la confraternidad y la confianza, con bailes y música. Incluso muchas familias adineradas construyeron viviendas alrededor del río, con sus respectivos baños privados. Tan famoso fue este turismo que arrebató a San Antonio el Abad para darle de los Baños.

Por la década de 1850 decayeron las visitas de las familias nobles a San Antonio para disfrutar de los baños en el río Ariguanabo. Las temporadas eran muy pobres. Entre las causas precisan que las familias de la capital no podían ir y venir de La Habana el mismo día.

Este argumento no era válido puesto que antes de 1844, cuando las temporadas eran más concurridas, No contaban con el ferrocarril y los viajes eran muy difíciles y lentos. Otros motivos destacaban que ya los marqueses de Monte Hermoso habían desaparecido y solo vivían viudas y hermanas sin poder político y social y casi sin dinero, quienes no tenían influencias con la nobleza habanera.