Por: Alejandro Batista Martínez
FUENTE: Fichas en poder del autor.
Alejo Carpentier fue un novelista y narrador cubano que influyó notablemente en la literatura latinoamericana durante su período de auge.
La crítica lo considera uno de los escritores fundamentales del siglo XX en lengua castellana, y uno de los artífices de la renovación literaria latinoamericana, en particular a través de un estilo que incorpora varias dimensiones y aspectos de la imaginación para recrear la realidad, elementos que contribuyeron a su formación y uso de lo Real Maravilloso.
Sobre temas que revelan lo real maravilloso en la historia ariguanabense, trataremos en este encuentro con nuestras raíces.
Fue costumbre durante la dominación colonial española que las máximas autoridades de las villas estuvieran muy cerca de los presos.
En muchos casos compartían el mismo edificio o construcciones contiguas. Así ocurrió en 1792 cuando se habilitó el Palacio de Gobierno o de los Capitanes Generales.
Allí residía y tenía su oficina el Capitán General y radicaba también el Ayuntamiento.
En la parte trasera del edificio se encontraba la cárcel. En sus inicios la Cárcel de la Villa de San Cristóbal de La Habana fue preparada para 400 reclusos.
Con el crecimiento de la ciudad, creció también la delincuencia.
A partir de 1824 la cifra de reclusos en la cárcel nunca fue inferior a los 600 internos.
Con la llegada de Miguel Tacón a la Capitanía General de la Isla, en 1834, la situación se complicó.
En su afán de perseguir a los desafectos de la corona y a los delincuentes comunes, la cifra de reclusos se elevó a 700.
La aparición de una epidemia de cólera hizo que Tacón sacara la cárcel del Palacio de los Capitanes Generales.
Temiendo que el brote pasara de los presos a la planta alta donde residía con su familia, cortó por lo sano. Envió a los convictos a La Cabaña en espera de que estuviera lista la nueva cárcel que, como todo lo que hizo, llevaría su nombre.
En nuestra Villa de San Antonio el panorama no fue distinto al resto de la Isla.
El Ayuntamiento y la cárcel habitaban el mismo inmueble. Construido a expensas del señor Justicia Mayor Gabriel de Cárdenas, Marqués de Montehermoso.
De una sola planta, poseía una sala de visitas de presos, un aposento para el Alcalde, una capilla, una bartolina y dos galeras.
Poseía además una pieza separada para la reclusión de mujeres.
Sobre la línea de fachada de la cárcel se levantó, en 1832, una planta alta destinada a sala de sesiones del Cabildo.
Esta parte de la edificación fue costeada por el segundo Justicia Mayor, Antonio María de Cárdenas.
La heráldica es la ciencia del blasón y este a su vez es el arte de explicar y describir los escudos de armas de cada linaje, ciudad o persona.
Cada una de las figuras de armería o blasones de un escudo tiene una significación expresa y determinada por las leyes de la heráldica que no pueden ser modificadas o inventarse a capricho.
Los símbolos heráldicos no son emblemas exclusivos de las monarquías o de la realeza que las repúblicas deben destruir o rechazar.
Por ejemplo, el haz romano, la estrella y el gorro frigio son símbolos republicanos. Una lira o una corona de laurel significan lo mismo en tiempos de Julio César que en la actualidad.
La poca atención puesta por los cubanos, desde el establecimiento de la República en 1902, al arte del blasón, trajo como resultado innumerables irreverencias.
La interpretación heráldica del escudo de la Villa del Ariguanabo, indica la vocación católica de sus pobladores.
En uno de los cuarteles del escudo se revela que el Cabildo reconocía como único soberano a los reyes de Castilla y León.
Según los especialistas en el tema, dada la premura con que el Ayuntamiento definió sus símbolos heráldicos, cometió algunos errores en el diseño del escudo de la localidad.
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