Por: Alejandro Batista Martínez
FUENTE: Fichas en poder del autor.

128 gobernadores ejercieron el mando en la Cuba colonial. El más breve fue Diego Antonio de Manrique.

A 13 días de estar en el cargo murió fulminado por la fiebre amarilla, mientras inspeccionaba las obras de la Fortaleza de La Cabaña. En total fueron 9 los capitanes generales que murieron en su puesto.

El internacionalismo es una práctica que aboga por la cooperación para el beneficio mutuo de las naciones. Este sentimiento caracteriza la actuación de los cubanos y los ariguanabenses han dado muestras de él.

En 1933, en San Antonio de los Baños, se creó un Comité Municipal Pro Libertad de Jorge Dimitrov.

El destacado luchador búlgaro, acusado de incendiar el parlamento alemán, fue detenido y condenado por los fascistas.

Al desatarse la Guerra Civil Española, en 1936, los habitantes de la Villa del Ariguanabo enviaron ayuda material al pueblo español, como muestra de solidaridad con su causa.

Otro significativo ejemplo llegó desde la localidad de Vereda Nueva.

Resulta que una noche durante la Segunda Guerra Mundial, en fecha posterior al ataque japonés a Pearl Harbor, los veredanos se reunieron para condenar el fascismo. Convocados por el Comité Popular Pro Mejoramiento Local de Vereda Nueva, los asistentes escucharon las palabras enardecidas del juez del pueblo, Alejandro Placeres de la Nuez.

En su discurso, lleno de fervor patriótico y apego a la justicia, se patentizó la unidad de todas las clases y categorías de la sociedad veredana contra el holocausto.

Fue un acto de reafirmación, demostrativo de la cooperación con las naciones en conflicto, para detener la cruzada nazi contra la democracia mundial.

Por su carácter de colectividad popular, sin distinción de tendencias políticas, razas, clases, ni categorías, dicho Comité se unió a los intereses de los hombres del mundo, amenazados de perder su libertad.

Lo curioso es que desde una pequeña población cubana se apoyara la lucha antifascista, no por especulación, ni por exhibiciones, sino por convicción.

En consecuencia, desde aquella tribuna se solicitó aportar el máximo esfuerzo en beneficio de la causa común, convocando a los cubanos a convertirse en defensores de los principios democráticos, divulgándolos y defendiéndolos.

Fue así como Vereda Nueva condenó el fascismo y entró, a su hora, en la historia universal.

La bodega de Gotera estaba ubicada originalmente en una posición más distante de la carretera de San Antonio a Vereda Nueva. Quizás al margen de algún camino, entre las fincas de la zona.

Un señor de apellido Fumero la compró y decidió trasladarla de lugar. Parece que en el área en la que estaba no resultaba muy ventajosa para el nuevo dueño, cuando decidió mudarla.

La construcción era fácil de desarmar, pues estaba realizada a la americana, sobre una cruceta. Esto hacía que la edificación se mantuviera en pie, e incluso, que se pudiera arrastrar de un sitio a otro, sin que se quebrara la estructura. Comenzaron los preparativos para la mudanza.

Fueron retiradas las puertas y las ventanas, aligerando el peso de la construcción, para que los bueyes pudieran moverla hasta su nueva ubicación. De esa manera, por increíble que parezca, la bodega de Gotera fue arrastrada hasta el lugar donde se encuentra hoy.

Cuentan que recién instalada la bodega de Gotera en su sitio actual, un viajero pasó por el camino de San Antonio a Vereda Nueva. Sorprendido al ver la construcción en pie al lado del sendero, preguntó a los pobladores: ¿Y esta bodega cuándo la hicieron? La respuesta segura llegó inmediatamente: Esta bodega la acabamos de traer para acá.

Historias como estas demuestran que en la tradición oral cubana encontramos pasajes que parecen sacados de una obra de Alejo Carpentier y que son reflejo, también, de lo real maravilloso.

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