Sobre personajes del imaginario habanero de los años cincuenta del pasado siglo, conocerás hoy en Nuestra Historia.
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Por: Lic. Alejandro Batista.
La Marquesa de La Habana fue un popular personaje callejero que era como la contraparte femenina del famoso Caballero de París. Por su parte el teniente coronel Estaban Ventura Novo fue un tristemente célebre jefe de policía en La Habana durante la tiranía de Fulgencio Batista. Se le conocía como El chacal de La Habana o El sicario de traje blanco.
El popular personaje callejero conocido como La Marquesa de La Habana, era como la contraparte femenina del famoso personaje del Caballero de París. Su verdadero nombre era Isabel Veitía, una mulata de baja estatura, que desandaba la ciudad con su sombrerito y abanicándose con gracia como queriendo acentuar su soñado origen aristocrático. Siempre sonriente, en su andar por las calles aledañas al espacio arbolado del Parque Central, llevaba en sus manos una estropeada carterita de charol.
Según se dice todos los días pasaba por las oficinas de Enrique Godoy Sayán, dueño de la Oficina Aseguradora de Cuba, donde le daban dinero en efectivo para que trajera el café con leche y el pan con mantequilla para todos los empleados. Utilizaba los ómnibus y hacía paradas estratégicas en lugares de reunión populares donde los turistas con cámaras probablemente irían a una sesión de fotos. La marquesa estaba encantada de complacer, a cambio de una tarifa, pero no aceptaba monedas: “¡Billetes, sólo billetes! Yo soy una marquesa. Mi condición no me permite aceptar monedas”.
No se supo en qué circunstancias perdió la razón esta auténtica y pintoresca personalidad, que en ocasiones se ganaba la risa y el dinero con sus bromas de doble sentido que divertían sin ofender a quienes la escuchaban. Isabel Veitía se escogió ella misma como figura relevante de la realeza habanera y vivió siempre en un paraíso imaginario de anécdotas como parte indisoluble de la rica historia de la ciudad.
Nacido en Artemisa en 1913, Estaban Ventura Novo comenzó su carrera militar como artillero y estuvo destacado en La Cabaña. Debido a indisciplinas y problemas morales fue trasladado a la Guardia Rural de su ciudad natal. Durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás se vinculó a la policía en el Departamento de robo. Se unió y apoyó el golpe de Estado de Batista en 1952 y allí comenzó sus ascensos. En tres años escaló desde teniente a capitán y de comandante a teniente coronel.
El chacal de La Habana transformó la quinta unidad del Vedado en su antro de torturas. Sus sicarios se convirtieron en verdaderos especialistas en hacer daño al cuerpo humano. Su fama era tal que muchos de los perseguidos preferían morir peleando a caer en sus manos. Fue al autor de los asesinatos de los jóvenes de Humboldt 7, de los mártires del reparto Juanelo y del asesinato de Lidia Doce y Clodomira Acosta.
Siempre vestía de blanco, impecable, y con un pañuelo en sus manos secándose el sudor. El también denominado Sicario de traje blanco, nunca se manchó las manos de sangre. Observaba las torturas, con la pierna cruzada y fumando un cigarrillo, mientras con voz melosa y casi paternal le decía al prisionero: “Muchacho, no queremos hacerte daño, esto está pasando porque tú quieres y va a terminar cuando tú quieras”. Y se viraba a sus sicarios y les decía: “Cuando esté listo para hablar me llaman”. Así actuaba este psicópata sin corazón.
Al triunfar la Revolución escapó precipitadamente junto a Batista para República Dominicana. De allí se mudó a Miami, en 1966, donde vivió tranquilamente hasta el año 2001 cuando fue sorprendido por un infarto.
FUENTE: Fichas en poder del autor.
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