Situada a tres o cuatro kilómetros al sur de Santiago de las Vegas se encuentra la localidad de El Rincón.

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Por: Alejandro Batista.

Habitada por unos 5000 pobladores, El Rincón posee una larga calle central con dos o tres cortes de calles perpendiculares. Antaño fue conocido allí el Bodegón de los Vega, donde se elaboraban las galletas de panadero o galletones, más gruesas que las galletas comunes de sal. Localidad célebre por su hospital y la ubicación allí del Santuario Nacional de San Lázaro.

La localidad de El Rincón debe su nombre al lugar donde se ubicó, en 1838, una pequeña estación ferroviaria. El ferrocarril Habana-Bejucal, inaugurado un año antes, pasó por aquel escondido paraje donde se transportaban mercancías y correspondencia. Se levantaron algunas casas y ranchos casi de inmediato.

El progreso volvió a sonreír al poblado cuando en 1862 se instaló allí un nudo ferroviario que lo enlazó con otras localidades. El Rincón siguió creciendo, cumpliendo funciones de puente obligado entre Santiago de las Vegas y San Antonio de los Baños. El crecimiento de La Habana hacia el Oeste hizo que se sacara de la ciudad el leprosorio establecido, desde el siglo XVIII, en las inmediaciones de la caleta de Juan Guillén.

Cuando en 1917 se anunció la construcción del nuevo hospital para leprosos en El Rincón, varias familias se mudaron, deteniendo el desarrollo natural del pueblo. El 26 de diciembre de 1916 los leprosos fueron trasladados desde La Habana para el puerto de Mariel. Allí permanecieron alojados en viejas barracas de la estación. Al cabo de dos meses de infernal encierro los enfermos quemaron las insalubres instalaciones, quedándose a campo raso, en el mayor abandono.

El 25 de febrero de 1917, en rústicas carretas, los leprosos llegaron a El Rincón. Allí tampoco existía un verdadero hospital. El contratista había incumplido su parte y solo habían unos cuantos pabellones a medio construir, sin calles trazadas, ni servicio de agua y enfermería. El sacerdote Apolinar López y Sor Ramona Idoate hicieron ingentes esfuerzos para convertir aquel lugar en una verdadera institución sanitaria.

Durante el período conocido como Tregua Fecunda o Reposo Turbulento se produjo en la localidad del Rincón un hecho doloroso que conmovió a los cubanos y puso de manifiesto la crueldad y el odio acumulado entre los reaccionarios peninsulares: el suceso de la Guagua, ocurrido el 5 de agosto de 1888.

El suceso se originó con motivo de celebrarse un baile en los salones del Liceo de Bejucal, al cual fueron invitados un grupo de jóvenes de Santiago de las Vegas. El entusiasta grupo juvenil fletó una guagua de a caballo para asistir esa noche al vecino pueblo, pero esto parece que molestó a los españoles que amenazaron con disparar sus armas sobre aquel vehículo si salían esa noche.

Los jóvenes hicieron caso omiso de las amenazas de sus enemigos y partieron en la fecha y hora fijadas. Cuando el transporte pasó por la finca Los Cocos, próxima al Rincón, fue tiroteado indiscriminadamente. En el tiroteo resultó muerto el joven Pedro M. Álvarez, hijo de Casimiro Álvarez, teniente alcalde y presidente del Casino Español. Resultaron heridos de gravedad José Díaz y José Lastra.

El hecho marcó una fecha dolorosa en los anales de la historia local y municipal, pues el joven que perdió la vida en aquel suceso era muy querido en Santiago de las Vegas y su familia era una de las más distinguidas de la localidad.

Rafael Merchán relata el hecho con el subtítulo La Criminalidad. Lo presenta como uno de los tantos factores que justificaron las guerras de independencia. Es curioso que el día de los hechos no había autoridad alguna en el pueblo del Rincón. Solo estaba el cura en un sitio próximo, presto a ayudar a bien morir al desdichado joven que, por amarga casualidad, era el hijo del presidente del Casino Español, quien se abstuvo de querellarse contra sus copartidarios políticos.

El triste acontecimiento contribuyó a. profundizar los sentimientos anticolonialistas y las ideas independentistas que no tardarían en manifestarse.

 FUENTE: Historia del Rincón de San Lázaro, de Eduardo Milián Berna, y Rincón: una pequeña historia, de Marat Simón Pérez-Rolo.

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