La historia detrás de dos frases cubanas

Por el Lic. Alejandro Batista Martínez

Una de las cualidades que nos distinguen como cubanos es nuestro sentido del humor.

Nos reímos hasta de nuestras desgracias y a todo le sacamos punta. Muestra de ello son las frases que, acuñadas durante años, repetimos hasta la actualidad.

Sobre dos frases populares cubanas: «Es como la gatica de María Ramos” y “Vive como Carmelina”, les invito conocer en este encuentro matutino con nuestras raíces.

El origen de la frase la gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano se remonta al barrio habanero de Jesús María. Allí residía una mujer llamada María Ramos que ejercía el oficio más antiguo de la historia.

Según testimonió, un día llegó a su casa y descubrió en la cocina el cadáver de Virgilio, su proxeneta. En su frente había una enorme herida y a su lado, ensangrentada, una piedra de machacar. Vale aclarar que antiguamente en los hogares cubanos se utilizaban piedras de río, grandes y pulidas, como machacadores en las labores culinarias.

Llevada a juicio por el crimen, María Ramos se declaró inocente. Cuando el juez le preguntó por qué se encontraba en el banquillo de los acusados, ella respondió tranquilamente: No lo sé, señor juez. A mi Virgilio me lo mataron de una pedrada en la frente, pero yo no fui. Yo estaba trabajando. La única que estaba en la casa era mi gatica Mimí. Pregúntele a ella.

El Diario de la Marina publicó al día siguiente una reseña del juicio con una caricatura de la gatica Mimí, en pose amenazadora, alzando en sus patas delanteras una enorme piedra de río. Al pie de la imagen decía: La gatica de María Ramos dio la fatal pedrada pero ¿con qué manos?

Enseguida surgió en La Habana una copla popular dedicada a Mimí que decía: La gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano, que mató a Virgilio y que mató a su hermano. ¡Qué gata asesina! ¡Qué malsano! María Ramos fue declarada culpable de homicidio y sentenciada a prisión, sin embargo, ella y su gata alcanzaron la inmortalidad en el refranero cubano.

La expresión Vivir como Carmelina guarda relación con la vida holgada de una joven que no escatimaba a la hora de organizar grandes fiestas y disfrutaba a toda leche de la vida. Tenía a sus pies la riqueza que traía consigo el hecho de ser la nieta de José Arrechabala.

El abuelo se dedicó a la producción de aguardiente y ron, desde 1878. El negocio nombrado La Vizcaya se convirtió, desde el 18 de enero de 1921, en la Compañía Arechabala S.A. Productores del Brandy Relicario, el Coñac Arechabala y el Vermouth Quirinal.

En 1935 crearon el reconocido ron Havana Club. Los Arechabala contaban en su patrimonio con una terminal marítima de embarque, una refinería de azúcar, fábricas de confituras, plantas de mieles, siropes y petróleo.

Tan poderosa era la familia que tenía un teatro y hasta la fábrica que alimentaba el alumbrado público en la Ciudad Bandera. Carmelina nunca tuvo la mínima necesidad de ganarse la vida ni tan siquiera estudiar para garantizarse un futuro.

Desde su llegada al mundo su suerte estaba echada. Lo suyo era disfrutar de los bienes familiares, asistir a fiestas de alta alcurnia y lucir sus lujosos vestidos y trajes de seda.

Carmelina se casó con su pariente José Arechabala Sainz y tuvo cuatro hijos. Aunque tuvo que dedicar tiempo a sus quehaceres de madre, no dejó de asistir a actividades benéficas, culturales, religiosas y sociales, siempre vistiendo elegantemente.

Luego de la pérdida del esposo, con 42 años, Carmelina Arechabala se implicó más en los negocios familiares y su presencia en la ronera se hizo habitual. Para entonces, vestía de forma más discreta y no daba grandes fiestas.

La autenticidad de la frase Vivir como Carmelina choca con un artículo de Bohemia de 1992. En ella se asegura que el refrán no tiene que ver con la Carmelina de Cárdenas y que se escuchaba antes en infinidad de películas extranjeras. De cualquier manera, la frase se utiliza cotidianamente, y esté inspirada en ella o no, nos permitió conocer un poco la historia de Carmelina Arechabala.