Marta Arjona, escultora y ceramista cubana

Nacida el 3 de mayo de 1923, la escultora y ceramista Marta Arjona Pérez fue la máxima gestora del rescate y cuidado de los bienes culturales de la nación desde el mismo triunfo de la Revolución.

Marta Arjona creció escuchando las vivencias de la guerra que su madre le relataba, entre ellas, la de haber conocido a Antonio Maceo. Por su parte, el padre de Marta se había incorporado al Ejército Libertador con 17 años y su hoja estaba firmada por el general Carlos Roloff. Los padres se conocieron terminada la guerra y construyeron una familia a partir de 1907. Tuvieron cuatro hijos, de los cuales Marta fue la menor.

En cuanto a estudios Marta Arjona terminó el sexto grado trabajando. Realizó estudios de taquigrafía, mecanografía y piano, pero sin gustarle, por lo que decidió matricular en 1939 en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro, donde se graduó de Dibujo y Escultura en 1945. En 1951 Marta Arjona ganó una beca para estudiar cerámica en París.

Desde 1949 Marta Arjona se integró como miembro fundador de la Asociación de Pintores y Escultores de Cuba. En ese mismo año comenzó a trabajar en el legendario taller de Santiago de Las Vegas. Años más tarde abrió su propio taller, en el que continuó creando sus obras de delicados colores. Desde su taller abogó por el rescate de las tradiciones, por la creación de una obra auténtica, despojada del elitismo. A partir del triunfo revolucionario de 1959 Marta Arjona ocupó diversas responsabilidades. Fue nombrada Directora de Artes Plásticas de la Dirección Nacional de Cultura y más tarde Directora Nacional de Museos y Monumentos del Consejo Nacional de Cultura.
En 1977 comenzó a dirigir la esfera de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, cargo que desempeñó hasta su muerte, el 23 de mayo de 2006.

Marta Arjona escribió los libros Patrimonio e Identidad, reeditado en dos mil cuatro y Recuento, un compendio de artículos que testimonian sobre la obra transformadora de la Revolución en el ámbito de la cultura. Según la propia Marta, su mayor legado a las nuevas generaciones fue el de haber contribuido a fomentar el interés por los museos y la preocupación por la conservación del patrimonio, es decir, de la memoria histórica.