– Niño, acaba de entrar. ¡Se acabó la calle!  – ese era el llamado de atención más frecuente a los infantes de mi generación. En la actualidad ese llamado ha sido sustituido por: – Niño: ¡suelta el celular y ven a bañarte!

Las escondidos, El tocao, El borriquito 21 y  Los yaquis fueron desplazados por las tecnologías. Ya no escuchamos a los niños en las calles o en las escuelas cantando: »Desde pequeñita me quedé, me quedé, algo resentida de este pie, de este pie» o exclamando: ‘‘Gallinita ciega: ¿Qué se te ha perdido?»  Usted dirá, amigo lector, que los tiempos cambian y estamos de acuerdo.

No soy de las que defiende aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sin embargo, los juegos en el barrio o a la hora del recreo, eran la mejor forma de relacionarse con los amigos y aprovechar los períodos vacacionales. Es una lástima que los juegos digitales desplacen poco a poco a los tradicionales y que las generaciones actuales ni los conozcan.

Según la Psicología, desde edades muy tempranas y hasta los 10 años, el juego es una de las actividades fundamentales de la niñez. Acompáñeme en un viaje en el tiempo amigo lector y recordemos cuando una caja de cartón podía convertirse en un camión, un trozo de madera en un yate lujoso y un trozo de papel plegado   en una veloz nave espacial.

Considero que es un deber de los adultos defender la inocencia infantil.  Defendamos el derecho a jugar al aire libre, el de asumir roles que los prepare para la vida y limitemos un poco la exposición a las pantallas e incluso a la violencia, un componente muy habitual en  los juegos digitales.  Protejamos ese derecho, aunque la vida nos arrastre con sus preocupaciones cotidianas.

Por su parte, el Tercer Perfeccionamiento de la Educación, prioriza la actividad lúdica como parte del currículo institucional de las escuelas. Valoro esta opción como una posibilidad para fomentar los juegos tradicionales para mostrar cuán beneficiosos y divertidos son.

Vale la pena alejar a los pequeños de casa de la gata que te exige que la bañen, la vistan y la alimenten:  mejor consígale una mascota de verdad. Juegue con ellos a las prendas. Enséñele a disfrutar del juego del cinto o de la señita inglés. Le aseguro que los niños se divertirán y usted regresará a esa etapa que evoca ese maravilloso libro El Principito cuando sentencia: »Todos los mayores han sido primero niños». (Pero pocos lo recuerdan).

La niñez pasa muy rápido y la mejor forma de disfrutarla no es detrás de una pantalla.

Janet Pérez Rodríguez
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