Por: Lic. Alejandro Batista.
La investidura de Silvio Rodríguez como Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad de La Habana ha sido noticia recientemente. Natural de la villa del Ariguanabo, en su juventud se desempeñó como dibujante, escritor de poemas y cantautor musical.
Junto a Pablo Milanés, Noel Nicola y Vicente Feliú fundó el Movimiento de la Nueva Trova. Con más de 20 álbumes, su obra trasciende en el mundo de habla hispana.
Silvio Rodríguez Domínguez nació el 29 de noviembre de 1946, en el barrio ariguanabense de La Loma. Formó su gusto musical en el seno de una familia con aroma a tierra, tabaco y frío. Desde los 2 años de edad cantó para los amigos de su padre y participó en el concurso musical Buscando una estrella, de la emisora CMQ. Pasados unos días fue invitado a otro concurso infantil, dirigido por el reconocido locutor Germán Pinelli. Esta vez ganó el primer lugar con el bolero Viajera.
Al cumplir 5 años, se trasladó con su familia para La Habana. Su tío Ricardo le obsequió una tumbadora, que fue su primer instrumento musical, a través del cual imitó los ritmos de Benny Moré y la Orquesta Aragón.
En 1953 inició sus estudios musicales en el Conservatorio de Vals y cursó, en sólo 6 meses, el primer curso de piano. Sin embargo, pese al entusiasmo de su profesora, perdió el interés y dejó las clases. Dos años después y motivado por su padre, se interesó por la literatura. Rubén Darío, el género de ciencia ficción y la obra El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, fueron sus preferidos.
Con 10 años de edad regresó a San Antonio de los Baños después de la separación de sus padres. Reflejo de esa época son sus canciones El Papalote y Me veo claramente. Sin embargo, en 1958 sus padres se reconcilian y decidieron regresar a la capital.
Su tránsito de la infancia a la juventud coincidió con el triunfo revolucionario de enero de 1959. Aunque vivía en La Habana, viajaba regularmente a su pueblo natal. Se incorporó a las Juventudes Socialistas y a la Asociación de Jóvenes Rebeldes, al tiempo que comenzó los estudios de bachillerato.
El 15 de abril de 1961, fuerzas mercenarias bombardearon el aeropuerto de San Antonio de los Baños. Para entonces la familia de Silvio Rodríguez había regresado a la Villa del Humor y este retorno lo llevó a nuevas tareas y responsabilidades. Consciente de la necesidad de alfabetizar al país, siendo aún adolescente, se incorporó a las brigadas Conrado Benítez para repartir el pan de la enseñanza en las montañas del Escambray.
De regreso a La Habana, Silvio Rodríguez empezó a colaborar como dibujante en la revista Mella. Conoció los primeros acordes de la guitarra, inició estudios de pintura en San Alejandro y retomó las clases de piano.
Fue en el Servicio Militar donde compuso sus primeras canciones. En 1967 ganó la primera mención del concurso literario de la Fuerzas Armadas Revolucionarias FAR con su poemario Horadado Cuaderno número uno.
Se presentó en el programa de televisión Música y Estrellas y comenzó a dar sus primeros recitales con temas de César Portillo de la Luz. Posteriormente, entró en la Casa de las Américas, dirigida por Haydee Santamaría, y coincidió con Pablo Milanés y Noel Nicola. Junto a ellos formó parte del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos ICAIC y participó en la creación de la música para varios largometrajes cubanos.
En septiembre de 1969, se enroló en el barco pesquero Playa Girón y navegó durante 4 meses y 2 días por el océano Atlántico y las costas africanas. De ese periplo surgieron 62 canciones, entre las que destacan Cuando digo futuro y Ojalá.
A principios de los años 70 Silvio Rodríguez completó su educación musical de la mano del maestro Leo Brouwer. Viajó por Alemania y Chile, participó en el Encuentro de Música Latinoamericana y se dedicó a buscar nuevos trovadores por toda la Isla. Se presentó por vez primera en República Dominicana ante un público multitudinario, y grabó con sus propios arreglos el álbum Días y flores, con el acompañamiento de la orquesta de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales EGREM.
Ese virtuoso hijo del Ariguanabo y cronista de la Revolución Cubana ha hecho realidad, con sus canciones, la máxima martiana de que, Solo el amor convierte en milagro el barro.
FUENTE: Fichas en poder del autor.
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