Gabino Hernández, Juan Claudio Díaz y Ambrosio Valiente Duany son tres figuras casi desconocidas en la historia de San Antonio de los Baños. Como mismo se estudia la vida y obra de Céspedes, Agramonte, Maceo o Gómez, en nuestras escuelas se debían estudiar los principales aspectos de la biografía de estos hombres. Sirva este espacio para aportar luces al respecto. Sobre el primer boticario, el primer maestro y el juez de primera instancia de la Villa del Ariguanabo, conocerás hoy en este encuentro con Nuestras Historia.
El primer boticario que se estableció en la villa de San Antonio se llamó Gabino Hernández. Gozaba de buena reputación social y se involucró en las conspiraciones del Águila Negra y de Soles y Rayos de Bolívar. Al ser llamado a declarar por primera vez ante las autoridades españolas, dijo que nunca había pertenecido a sociedad secreta alguna. Mientras que en su segunda comparecencia asumió que fue miembro del capítulo La Sabiduría número uno, durante el segundo período constitucional en Cuba.
En su casa fueron encontrados documentos y declaró que eran de su propiedad. Alegó que era dueño de una casa situada frente al Callejón del Cuchillo, junto a la Zanja Real, y que su esposa había encontrado allí dichos papeles, guardándolos por años en el domicilio conyugal. Las autoridades españolas le preguntaron quiénes habían sido los anteriores inquilinos de aquel lugar, a lo que el boticario respondió que no lo recordaba pero que sí había escuchado que en el lugar había radicado una Logia Masónica.
Gabino Hernández era el tesorero de la Logia Masónica Los hermanos desengañados número 42, que funcionó en Regla, bajo la obediencia del Gran Oriente Territorial Español-Americano, hasta diciembre de 1823. El Consejo de Guerra lo condenó a seis meses de prisión, el 7 de julio de 1830. Dos años después, el 29 de octubre, una amnistía de la Reina Regente María Cristina de Nápoles, le concedió la libertad junto a los demás conspiradores.
Don Juan Claudio Díaz, según se tiene noticias, fue el primer maestro que ejerció en San Antonio de los Baños. Desde antes de 1821 se desempeñaba como maestro de la única escuela existente en la Villa. En 1837 fundó en La Habana, el Real Colegio Cubano, uno de los de mayor crédito de su época. Tres años después promovió el establecimiento de las Escuelas Normales para Maestros, siendo director de ellas.
Por orientación de Francisco de Arango y Parreño, viajó a Güines para aprender el método lancasteriano y aplicarlo en el colegio ariguanabense. Junto a don Esteban de Navea y Manterola, educador de avanzada que tuvo a su cargo la introducción del referido método educacional, escribió un texto de Gramática Elemental y un Tratado de Aritmética Elemental. Dedicado siempre a la docencia, la muerte lo sorprendió en la ciudad de Cienfuegos, el 11 de abril de 1853.
Ambrosio Valiente Duany, era hijo del patriota y jurisconsulto Porfirio Valiente y de las Cuevas. Nacido en Santiago de Cuba, el 13 de febrero de 1832, comenzó los estudios de primera enseñanza en su ciudad natal y los completó en La Habana. Estuvo entre los quince alumnos fundadores del Colegio El Salvador, de don José de la Luz y Caballero.
Con su padre partió a la emigración en los Estados Unidos, y en Nueva York publicó, en 1853, las Tablas Cronológicas de la Historia de Cuba, con prólogo de Pedro Santacilia. Junto al gran poeta cubano, fue co-redactor del periódico de combate El Guao. Realizó estudios superiores en universidades de España y La Habana, graduándose de Licenciado en Derecho.
Se desempeñó como profesor en el Instituto de Santiago de Cuba y en el colegio matancero Las Mercedes, donde ocupó la dirección. Miembro activo de la Sociedad Antropológica de La Habana. Fue Secretario de la Sección de Historia, Ciencias y Bellas Artes de la Sociedad Económica de Santiago de Cuba. Figuró entre los primeros miembros de la Sociedad Abolicionista Española, combatiendo la esclavitud con la pluma y la palabra. Jefe de la Masonería de Cuba y las Antillas, quedó como Jefe de la Conspiración Independentista en Oriente, junto a Céspedes, Aguilera y Figueredo.
Aunque al principio no estuvo muy de acuerdo con la Revolución del 68, luego se unió a ella. Nombrado Ministro Plenipotenciario de la República de Cuba en Armas en Perú y Bolivia, logró que esas naciones reconocieran la beligerancia de los cubanos. Acogido a la paz del Zanjón, regresó a Cuba y se dedicó a la carrera judicial. En 1882 fue nombrado Juez de Primera Instancia de San Antonio de los Baños.
FUENTE: Fichas en poder del autor.
Por: Lic. Alejandro Batista.
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