El libro en Cuba, de Ambrosio Fornet

Por Alejandro Batista Martínez

Declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación Cubana, las lecturas en las tabaquerías constituyen no solo un oficio, sino también una tradición sui generis que combina el esparcimiento y el enriquecimiento intelectual de los oyentes.

El lector de tabaquería lee mientras los artesanos del tabaco fabrican los puros. Las lecturas y el lector son figuras históricas cubanas que contribuyeron como pocas, en forma masiva, a elevar la cultura de muchas familias cubanas. Sobre esta tradición cultural de nuestro pueblo y patrimonio cultural de los cubanos le acercamos en este encuentro con nuestras raíces.

La lectura surgió el 21 de diciembre de 1865 en la tabaquería El Fígaro. Mientras unas 300 personas trabajaban, uno de los tabaqueros leía en alta voz obras escogidas para el entretenimiento y la superación de sus colegas. El primer texto leído fue Las luchas del siglo. En enero de 1866 se estableció la lectura en la fábrica de Jaime Partagás.

Los obreros de ese taller habanero disfrutaron la Economía Política, de Álvaro Flores Estrada. Tres meses después se habían leído 6 obras de 14 tomos. Se instalaron tribunas y atriles para facilitar la labor de los lectores. De ahí pasó a otros talleres de La Habana, a los pueblos cercanos, a Pinar del Río y a Las Villas.

En principio nadie se oponía a la lectura, pero los patronos se reservaban el derecho de escoger o aprobar las obras que debían leerse. El conflicto con la mayoría de los patronos y con la burocracia colonial fue una típica manifestación de la lucha de clases en el campo ideológico. En mayo de 1866 el Gobernador Político de la Isla prohibió distraer a los operarios de las tabaquerías con lecturas extrañas al trabajo que los mismos desempeñan. Por iniciativa de Saturnino Martínez se restablecieron las lecturas en 1880.

Las tabaquerías de la emigración eran un campamento civil en activo servicio y su lector el más interesante propagandista de cultura y cubanismo. En las fábricas de tabaco de Cayo Hueso se leían, además de la prensa cubana y extranjera, obras históricas, sociológicas y literarias. Se preferían las crónicas de la guerra independentista en Cuba, las campañas de Bolívar, la Revolución Francesa y las luchas de Giuseppe Garibaldi. Obras de la literatura universal como El Quijote y Los Miserables fueron leídas en más de una ocasión. En 1896 las lecturas en las tabaquerías fueron prohibidas nuevamente.

Las lecturas en las tabaquerías encontraron a su cronista en 1942, cuando el historiador cubano José Rivero Muñiz publicó su estudio sobre el tema. Hasta entonces la temática resultó marginada de nuestra historia cultural. El proletariado encontró en la lectura la forma más democrática y eficaz de difusión cultural que hubo en su época. La lectura fue el primer intento de hacer llegar el libro a las masas con un propósito exclusivamente educativo y recreativo. A decir del propio José Rivero Muñiz estas constituyeron “una de las instituciones más originales y educativas con que ha contado el proletariado mundial”.