Por Alejandro Batista Martínez                                       

Un placer reencontrarnos en este espacio para divulgar la historia. En la carretera que conecta a San Antonio de los Baños con Alquízar, los cubanos tenemos un lugar paradisiaco: El Bosque Martiano del Ariguanabo. Nacido de la entrega de un guajiro natural nombrado Rafael Rodríguez Ortiz, al que todos conocemos como Felo, en él se recrea y se revive la historia nacional. Este encuentro matutino con nuestras raíces se dedica hoy a conmemorar los aniversarios 129 de la caída en combate del Héroe Nacional y 30 de la creación del Bosque Martiano del Ariguanabo.

En noviembre de 1991, en el Ateneo del Ariguanabo, surgió la idea de fomentar un bosque para José Martí. El promotor de la iniciativa fue un guajiro ariguanabense, profundamente martiano: Rafael Rodríguez Ortiz.

Para hacerlo realidad le fue entregado a Felo un antiguo vertedero a la salida del pueblo. Con paciencia infinita limpió y saneó. Tuvo detractores, fue víctima de la incomprensión y tildado de loco, pero con una visión clara de lo que quería, continuó adelante contra viento y marea.

Estudió minuciosamente el Diario de Campaña de José Martí desde Playitas hasta Dos Ríos. Conocedor de los árboles y arbustos, se empeñó en localizarlos y comenzó el proceso de traslado y siembra. Contó con amigos dispuestos a ayudarlo, escaló montañas en el oriente cubano, sorteó todo tipo de escollos para extraer solo los que se daban allí. Así se hizo del ébano, la jatía, la yamagua, el mijo, el najesí y la yaya.

En su empeño sembrador, a Felo no le faltaron las predicciones nefastas. Aunque el agua es escaza y acarrearla es trabajoso, su inspirador no desmayó y se las arregló para que a las plantas nunca les faltara la humedad necesaria. El abono natural que el suelo ariguanabense proporciona, en conjunción con el sudor del hombre, contribuyeron a que el antiguo vertedero municipal de San Antonio de los Baños floreciera para la historia.

Soñar y convertir en realidad los sueños solo es posible con perseverancia y entrega. Rafael Rodríguez Ortiz, Felo, es un ejemplo fehaciente de ello. Durante 30 años ha laborado incansablemente para que el Bosque Martiano del Ariguanabo sea el sitio obligado de visita, si de conocer la historia de Cuba se trata.

El ambiente del Bosque Martiano del Ariguanabo es especial. Al cruzar las pajas secas que alfombran su entrada es como si estuviéramos penetrando en las páginas de un buen libro de Historia de Cuba. Los lugares sagrados de la patria, tiene su representación allí: La Demajagua, los Mangos de Baraguá, Dos Ríos, Cinco Palmas. Una atmósfera de enorme tranquilidad reina en aquel sitio. La temperatura fresca invita a permanecer por tiempo indefinido, disfrutando del lugar y de las historias que Felo y su reducido equipo de trabajo, cuentan al visitante. Especial atención merecen los conjuntos simbólicos, en los que se mezclan las plantas y las piedras recolectadas.

El recorrido del Apóstol desde Playitas de Cajobabo hasta Dos Ríos, con la señalización de los 27 campamentos en los que estuvo, a lo largo de los trescientos noventa y cuatro kilómetros recorridos, entre el 11 de abril y el 19 de mayo de 1895. Los plátanos en los que Máximo Gómez ascendió a Martí a Mayor General del Ejército Libertador. Así como el dagame y el fustete que aluden a la caída en combate del Héroe Naciona.

Numerosas personalidades han visitado el Bosque Martiano del Ariguanabo, comprobando su magia y utilidad pedagógica. A pesar de los disímiles reconocimientos que avalan su trayectoria, su fundador no cesa en el empeño de convertir el lugar en una verdadera escuela, en la que los niños, adolescentes y jóvenes, se aproximen a la Historia en contacto directo con la naturaleza. En esa interacción entre el hombre y el medio, sustentada en un profundo amor al terruño, se aprecia una suigéneris dinámica entre el bosque, Felo y el Ariguanabo.

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