Por: Alejandro Batista Martínez
FUENTE: Fichas en poder del autor.
El desarrollo industrial de San Antonio de los Baños tuvo en los talleres de confecciones de la firma Manuel García y Compañía, su más elevado exponente.
La economía del término municipal encontró su más poderoso sostenedor.
Como fuente de trabajo fue de inagotable fecundidad, dada la necesaria y abundante producción de ropa para caballeros.
Sobre la historia de las fábricas de camisas y condimentos le acercaremos en este encuentro con nuestras raíces.
Cuando en 1926 el señor Jesús Álvarez Mosquera instaló en San Antonio su Fábrica de Condimentos y Colorantes, el progreso de la Villa recibió un notable impulso.
Fue la primera y única de su clase establecida en la ciudad.
Situada en la calle Guillermón número 1, hoy calle 45, estaba provista de maquinarias e implementos modernos.
Contaba con amplios y bien organizados departamentos de envases de sus productos y embalajes para las exportaciones.
Poseía un laboratorio para el análisis de los productos y para la transformación y creación de materias primas.
La calidad y pureza de los productos Mosquera brindaban confianza y garantía al público consumidor.
Colorantes alimenticios y para creyones de labio y cosméticos se expendían en todo el territorio nacional y en países de Centro y Suramérica.
La Fábrica de Condimentos y Colorantes Mosquera producía, entre otros, los condimentos Pimentón Potro.
A este producto se debe que las personas sigan denominando al lugar donde estuvo enclavada la fábrica como El Potro.
Su dueño era natural de España y ciudadano cubano. Activo y diligente hombre de negocios, gozaba de buena reputación industrial.
El 28 de diciembre de 1934 Jesús Álvarez Mosquera contrajo matrimonio con Romelia Seprien Cernuda, de cuya unión nació su único hijo nombrado Jesús Álvarez Seprien.
En 1944 trabajaban en el taller de confecciones de Manuel García y Compañía, 325 empleados. Situado en la casa número nueve de la calle Maceo, hoy calle 54, se estableció en la Villa del Ariguanabo el 14 de agosto de 1939.
Sus instalaciones respondían a las más novedosas normas de las industrias de su tipo.
Poseían estos talleres las más modernas maquinarias e implementos para la confección de ropa de caballeros. Camisas finas, de sport y de trabajo; guayaberas de sport y de trabajo; cazadoras; pantalones; ensambles y Jackes.
El acabado de sus artículos y la calidad de las confecciones, constituían la más firme y absoluta garantía que esta casa ofrecía a sus clientes.
Su labor era constante y de grandes proporciones, pues solo así podían dar respuesta al elevado número de pedidos que recibían diariamente de todas las casas comerciales del país.
El volumen de elaboración del taller de confecciones de Manuel García y Compañía era enorme.
En su tiempo, algunos aseguraron que ninguna otra casa establecida en Cuba superaba la magnitud de su producción.
Manuel García Arias, Armando Suárez Fernández y Manuel García Calzadilla, eran los socios gerentes de este establecimiento.
Sus empleados contaban con el respaldo de importantes compañías de seguros del país.
La organización administrativa de la firma era otro sello distintivo de la seriedad del negocio que floreció, en el siglo pasado, en la Villa del Ariguanabo.
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