Cuentan sus coetáneos que Alejandro era muy querido pues se interesaba por todos.
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Por: Lic. Alejandro Batista.
Fruto del amor de Juan de la Cruz González Figueroa y Brígida Brito González nacieron cuatro retoños: Alejandro, Rodolfo, Silvio y Rosalina. El mayor, Alejandro, nació el 9 de abril de 1919 en el pueblo de Vereda Nueva. En la casa número 47 de la calle Martí transcurrió su infancia y juventud. Las primeras letras las recibió de la mano de su padre, pues en un hogar de maestros no podía ser de otra manera.
A Alejandro González Brito le gustaba jugar a la pelota y aprendió a tocar el piano. Por los años treinta cooperaba con la Sociedad de Instrucción y Recreo José Martí de Vereda Nueva. Trabajó en obras de teatro, lecturas de periódicos, juegos de dominó. Cuentan sus coetáneos que era muy querido pues se interesaba por todos.
La disciplina y tenacidad lo caracterizaron. La madurez para exponer sus criterios y exigir lo que consideraba apropiado, lo ayudó a plantearles a sus padres y hermanos su vocación por ser marinero. Para lograrlo ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana.
Su repulsión por Fulgencio Batista se manifestó al negarse a tocar al piano un himno alegórico al primer aniversario del cuartelazo del 4 de septiembre. En 1937 Alejandro vio coronado sus esfuerzos al aprobar el examen de ingreso a la Academia Naval del Mariel.
Terminados sus estudios en 1942 se enroló en la Marina Mercante. Trabajó a bordo de los barcos Manzanillo y Libertad, torpedeados y hundidos por submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Por pura casualidad en el momento del naufragio de ambos no se encontraba a bordo. Su activa participación en el traslado de mercancías a Europa en los años de la guerra mundial, le valió una medalla de la Cruz Roja Internacional.
A los 27 años, graduado y con independencia económica, Alejandro González Brito se casó con Irene Relova. De esa unión nacieron Iván y Alina. Durante los años cincuenta encontró trabajo en la capitanía del puerto de La Habana y luego en el de Cienfuegos. Aunque no estaba de acuerdo con el régimen imperante tuvo que aceptar el empleo para sostener a su familia. Militó en el Partido Ortodoxo y sirvió de enlace entre el Movimiento 26 de Julio y la Marina Mercante.
Durante la segunda mitad de los años cincuenta la tiranía recrudeció la persecución, las torturas y los asesinatos. El levantamiento popular del 5 de septiembre de 1957 en Cienfuegos demostró la posibilidad de acciones conjuntas entre los militares y los revolucionarios. Alejandro, ya con una madurez política, se vinculó a la conspiración. Dejó a su madre en el hospital donde sería operada y partió para la Perla del Sur a cumplir con la palabra empeñada con su amigo José Dionisio San Román Toledo.
A las ocho horas del día 5 se incorporó a Cayo Loco para cumplir las tareas asignadas. Al fracasar la acción, ante la persecución a que fueron sometidos los involucrados, se escondió en el hotel Roma. Al ser descubierto lo trasladaron para el Distrito Naval del Sur. Al día siguiente junto a otros prisioneros fue enviado hacia La Habana en un avión militar. Por orden del coronel Arsenio Arrazola sería conducido ante un Consejo de Guerra que nunca llegaron a realizarle.
Al arribar a la capital, Alejandro González Brito fue conducido al Estado Mayor de la Marina de Guerra. Una vez interrogado fue llevado a la Quinta Estación de Policía donde sufrió torturas por parte de los sicarios de El Chacal de La Habana. Le sacaron las uñas, le pegaron con fustas y manoplas, le golpearon cruelmente sus genitales y le quemaron el cuerpo con hierro candente.
Se ensañaron para sacarle confesiones de sus compañeros de alzamiento, pero se mantuvo firme y no dijo ni una palabra. Su cuerpo sin vida fue arrojado al mar a una milla frente a la desembocadura del río Almendares, el 12 de septiembre de 1957.
FUENTE: Fichas en poder del autor.
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