Por: Lic. Alejandro Batista.

La etapa de la economía de producción de alimentos comienza en Cuba alrededor del año quinientos de nuestra era y se extiende hasta la llegada de los europeos al archipiélago.

En la provincia de Artemisa esto debe haber ocurrido más tarde, pues al área sería poblada por comunidades de agricultores en fecha más reciente.

Las comunidades neolíticas poseían homogeneidad lingüística y cultural, aunque es posible constatar algunas particularidades en áreas geográficas específicas. Llegaron a Cuba provenientes de la isla La Española.

Perteneciente al tronco lingüístico aruaco, eran oriundos de América del Sur, específicamente de las localidades ubicadas en los márgenes del río Orinoco. Se asentaron en las localidades más disímiles, donde existieran las condiciones para la agricultura, sin abandonar las actividades de recolección, caza y pesca.

Poseían ajuares de concha, cerámicas líticas talladas, percutores, morteros, hachas petaloides y buriles. Desarrollaron una multitud de instrumentos de maderas: macanas, coas, dujos. Tejían redes, hamacas y otros útiles con fibras vegetales. Dominaban la construcción de viviendas de madera y ramas, denominadas bohíos o caneyes. Eran hábiles en la confección de canoas de gran envergadura, impulsadas por remos. Alcanzaron el mayor nivel de realización artística en sus ajuares cerámicos, la talla de madera, la piedra pulida, el hueso, la fibra y el dominio de la agricultura.

El hombre del neolítico que se estableció en la región del Ariguanabo, dedicado fundamentalmente a la agricultura, era de baja estatura. Para los individuos masculinos la altura máxima promedio era de un metro 58 centímetros, mientras que los femeninos alcanzaba un metro 48. Estas estaturas coinciden con los caracteres de los pueblos aruaco que actualmente viven en el norte de Sudamérica.

Poseían los rasgos faciales de la raza mongoloide americana, a la cual pertenecían. Poseían vestimentas. Las mujeres se cobijaban con tejidos de algodón o yerba, y las niñas cubrían sus genitales con una especie de redecilla. Usaban bandas de algodón en los brazos y las piernas. Tenían collares y colgantes. Poseían ornamentos y tocados de plumas y se pintaban el cuerpo.

Su organización social estaba basada en relaciones gentilicias de cierto nivel de desarrollo. Las alianzas matrimoniales y la prohibición de estas entre parientes de la misma gens, articulaban la distribución de objetos y materias primas. Se regulaba el intercambio en las comunas agrícolas respecto a las actividades apropiadoras y productoras. Todo este conjunto de relaciones sería el marco en que se manifestaría la cooperación simple y la división del trabajo por sexo y edades.

En cuanto a sus creencias religiosas, practicaban el culto a los antepasados. Crearon numerosos dioses y los reprodujeron como ídolos líticos, de madera y hueso, y hasta los tallaron en las estalagmitas de las cuevas. Sus costumbres funerarias muestran la convicción que tenían de la vida material después de la muerte. Los cadáveres en las comunidades mesolíticas y neolíticas aparecen en grutas. En la Cueva de los Negros se han encontrado evidencias de cremación de cadáveres.

La región del Ariguanabo no fue escenario de evidencias arqueológicas aisladas, ni de numerosos topónimos aborígenes dispuestos por el azar. Diversas comunidades, a través del tiempo y con variado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas, asimilaron los recursos naturales de esta vasta región artemiseña, mucho antes de la llegada del primer europeo.

FUENTE: Fichas en poder del autor.