El programa radial Mucho de qué Hablar trató el tema: Los miedos en la primera infancia.

Cuando los niños pequeños refieren tener miedo es porque han aprendido en algún lugar, dentro o fuera de casa, a asociar el significado y uso de ese término, unas veces por imitación a conductas de miedo observadas en otros y también a partir de comentarios inadecuados en su presencia como parte de la inculcación adulta como podría ocurrir al decirle «no es nada, no hace nada, no tengas miedo», «no seas miedoso», » le tiene miedo a…», y al hacerlo el menor está confirmando la etiqueta que le están colocando.

Peor aún, cuando se le asusta si se niega a cumplir una propuesta adulta, con frases dañinas todavía vigentes como «te va a llevar el hombre del saco», «te van a inyectar» que además de reforzar el problema pueden crear más.

Es frecuente pedirle que vaya de noche a buscar algo en un lugar de la casa que no tiene la luz encendida y cuando el niño va, decirle entonces cualquier variante para asustarlo como «ten cuidado si te encuentras al monstruo en la cocina» y todos se divierten cuando el niño regresa corriendo muy temeroso».

Estos errores adultos sólo consiguen reforzar los miedos infantiles, empeorándolos.

Los mayores deben actuar de forma diferente, brindando confianza y seguridad sin necesidad de mencionar la palabra «miedo», sin permitir que alguien le asuste.

Se debe compartir con el niño, ofrecerle tareas sencillas, paso a paso, sin acciones bruscas, no mostrarle objetos complejos de pronto, sino que vean el proceso, por ejemplo con un juguete inflable.

Proceder de lo simple a lo complejo, lo cual es mucho mejor que darle explicaciones extensas y directas acerca de por qué no debe tener miedo. Tampoco regañarle o castigarle ante sus temores.

Ante los miedos relacionados con la oscuridad y hasta para su prevención se pueden combinar diferentes juegos con o sin la luz encendida.

Todo lo que sirva para para favorecer su desarrollo integrador, es útil para prevenir o para trabajar antes los miedos, lograr que esté ocupado con actividades de su edad repartidas en distintos momentos del día pero que sean muy breves y antes de que se canse de estas, hacerle otras propuestas, actuar de manera práctica y de forma indirecta sin hablar de miedos.

Acercarle poco a poco a lo temido con iniciativas y acciones divertidas asociadas al juego y que despierten su interés, con disfrute, creatividad y bienestar saludable.

Janet Pérez Rodríguez

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