La empatía se refiere a la calidad de los vínculos afectivos en lo relacional, a la identificación afectiva con el otro, dónde se incluyen no sólo a los de nuestra especie.

Debe ser vista desde el enfoque optimista en una amplia dimensión, por lo que no se reduce sólo al colocarse en el lugar del otro para brindar ayuda ante problemas y dificultades, es mucho más que eso, es mucho más abarcador el término conceptualmente.

Es un acercamiento afectivo que puede vincularse a actividades y contenidos comunes, pero puede existir comprensión y acuerdos hasta en los desacuerdos, es actitud ante la vida.

La visión empática tiene una intencionalidad sana, positiva, no se concibe nunca vinculada a actitudes negativas de acercamiento afectivo con intencionalidad dañina vinculada a la envidia, la traición, el egoísmo, la venganza, ni cualquier otra conducta mediada por la manipulación hacia el otro, ni asociado con la búsqueda de beneficio individual a partir de dañar a alguien.

La empatía siempre implica disfrute recíproco, se apoya en la integración y educación en valores.

No se nace empático o lo contrario, sino que tiene carácter social adquirido a través de aprendizajes cotidianos desde edades tempranas, el ejemplo desde lo familiar y lo social contribuyen a su ausencia o presencia, pero en primer lugar lo empático debe partir de la convicción de aprender o reaprender para bien también en esta dirección con la aspiración de ofrecer lo mejor y ser mejores personas.

La reciprocidad empática incluye necesariamente la respuesta del otro o de los otros, no se limita a vínculos entre dos sino que tiene alcance grupal, no es excepción, ni casualidad, requiere entrenamiento social y ponerle ganas desde un comportamiento sincero y auténtico para quienes la alcanzan, no es posibilidad para minorías, puede ser una meta posible para muchos

Janet Pérez Rodríguez
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