El control contra los altos precios sigue siendo una asignatura suspensa.
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Mucho escuchamos hablar de soberanía y seguridad alimentaria, política que busca darle solución a la falta de alimentos y a sus altos precios.
Cuba no escapa a los grandes problemas presentes a nivel global con el cambio climático como el aumento del precio de los insumos, la disminución de los rendimientos en cultivos como el arroz y con el impacto de los conflictos internacionales, a los cuales se les suman de modo particular los efectos del bloqueo estadounidense.
Todo es muy cierto. Especialistas, ya sean de la rama agrícola o económica, aseguran que en elevar la producción está la mayor parte de la solución a este problema.
Claro, se deduce que cuando hay un producto su valor es más bajo a cuando escasea y se eleva la necesidad de este; pero no se debe seguir hablando de planes en la producción de alimentos, sino de lo que demanda el pueblo, dado que muchas veces no se satisfacen las necesidades, aun cumpliendo los compromisos o metas.
En el Ariguanabo, como otras veces he dicho, la producción no es el grave problema, incluso cumpliendo con el encargo estatal de abastecer mercados capitalinos, usted puede caminar por nuestras calles y verá productos agrícolas, unas veces más variedades que otras, pero siempre hay algo.
El problema para comer en San Antonio de los Baños radica en quién tiene esa mercancía y si la puedes comprar. Ají cachucha hay en casi todas las esquinas, así como cebollino, pero su valor es espeluznante. Estos productos no llevan muchos recursos, sin embargo, como en otros, gana más el carretillero que el propio productor. Ese encadenamiento entre campesinos y actores económicos hoy es el verdadero dolor de cabeza para llevar la comida a la mesa. Encadenamiento que, para mí, se llama reventa.
Los tiempos están malos y al campesino le viene bien vender al mejor postor, pues es él quien tiene que buscar sus insumos a altos precios; pero que encima de eso un vendedor en un garaje o una carretilla quintuplique en dinero el valor y se enriquezca más que el que labora la tierra. Sí es un problema de antaño que no se acaba de solucionar.
No se establece un contrato o factura entre campesino y actor económico para velar que se cumpla el margen comercial del producto y porque el control contra los altos precios sigue siendo una asignatura suspensa.
Por suerte, nos queda al pueblo trabajador, al presupuestado, la opción de la feria dominical y al menos abastecer los hogares para la semana; pero… créame. Aún así es insuficiente.
Sembrar puede ser la gran parte de la solución, pero hay otros detalles que se escapan y es necesario atajar porque hay alimentos que el bolsillo no nos permite comer.
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