Un regalo para los niños

José Martí fue dueño de una rica obra literaria. Tenía sólo 36 años cuando escribió los cuatro únicos números que se publicarían de la revista para niños y niñas La Edad de Oro, de julio a octubre de 1889.

En ese mismo año estaría muy atareado, como periodista y como politólogo, al seguir el desarrollo de las primeras muestras del luego llamado panamericanismo, con el desarrollo de las conferencias internacionales, en Washington, donde ya tempranamente, los gobiernos de los Estados Unidos, entonces regidos por los republicanos, intentaban diseñar una especie de «globalización» entre las naciones de América Latina y el Caribe y la Unión.

Sin embargo, y a pesar de las críticas que recibió de algunos amigos, que consideraban una pérdida de tiempo escribir para los niños, él emprendió esa obra, fue el único responsable de la edición, encargado de redactar todos los materiales, se ocupó del diseño y de todos los problemas de la revista.

Allí aparecieron no sólo los niños como Bebé o Raúl, sino Piedad, Nené, la de los «zapaticos de rosa», sus mujercitas porque en la escritura de su obra las niñas ocupaban, como los niños, un sitial privilegiado.

La pequeña Maricusa, la María Mantilla que él bautizó y cuidó con amor paterno, tenía por entonces ocho años y que le sirvió, como su hijo, su Ismaelillo, aquel José Francisco que no tenía junto a sí, y que vivía con su madre en Cuba, como puntos de referencia para dirigir su discurso hacia la niñez.

Era pensando en ellos los consejos que escribió en “La Última Página”, cuartilla donde aconsejaba como debían ser los niños y niñas. Ella y él eran sus lectores ideales, y a las más jóvenes generaciones se proyectaba, desde los cuentos, los poemas, los relatos, donde la historia, el trabajo, el amor, la bondad, la belleza, el arte servían de medios para formar un perfil humano más pleno y enriquecedor.

Hoy en estos tiempos los niños debían profundizar en esa obra que aporta mucho a la educación de los más jóvenes inculcando valores esenciales para ser un ser humano justo, como él quería.

Olga Álvarez Suárez
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