Es común observar, en diferentes establecimientos, prácticas que comprometen la seguridad alimentaria.

Desde la falta de higiene en la manipulación de los alimentos, hasta la preocupante costumbre de manipular dinero y luego, sin lavarse las manos, continuar con la preparación de comidas.

Estas acciones, aparentemente insignificantes, representan una seria amenaza para nuestra salud.

Imaginemos la escena: un vendedor de comida rápida, con las manos llenas de billetes y monedas, recién recibidos de un cliente, procede a preparar un sándwich. ¿Qué tan probable es que esas manos, cargadas de bacterias, no contaminen el alimento? La respuesta es, lamentablemente, muy alta. Y este escenario, se repite a diario en diversos puntos de venta, desde los más pequeños hasta algunos que, a simple vista, parecen mantener estándares de higiene.

La manipulación de alimentos requiere, indiscutiblemente, la máxima higiene.

Un lavado de manos constante y meticuloso, el uso de guantes, la correcta conservación de los productos, son medidas básicas que muchas veces se omiten, poniendo en riesgo la salud de la población.

Las consecuencias pueden ir desde una simple indigestión hasta enfermedades graves como la salmonelosis, la hepatitis A, o incluso, el cólera.

El problema no se limita a los pequeños negocios. En ocasiones, también se observa falta de rigor en establecimientos de mayor envergadura.

La falta de control y la ausencia de un sistema de monitoreo efectivo, permite que estas prácticas se perpetúen.

Necesitamos una mayor exigencia en la aplicación de las normas de higiene y un control más estricto por parte de las autoridades sanitarias.

Pero la responsabilidad no recae únicamente en las autoridades. Cada uno de nosotros, como consumidores, también tenemos un papel fundamental que desempeñar.

Debemos ser más exigentes, observar las condiciones de higiene de los lugares donde compramos alimentos, y denunciar cualquier práctica que nos parezca sospechosa.

Si vemos a alguien manipulando dinero y luego alimentos sin lavarse las manos, tenemos el derecho, y el deber, de hacerlo saber.

La inocuidad de los alimentos no es un tema menor. Es una cuestión de salud pública, que afecta a toda la sociedad.

La educación, la supervisión y la responsabilidad individual, son las claves para garantizar que los alimentos que consumimos sean seguros y no representen una amenaza para nuestra salud.

Debemos exigir un cambio, para protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias.