Hoy quiero comentarles de un tema crucial para nuestra nación: la preparación ante la temporada ciclónica. Como cada año, la amenaza de huracanes y tormentas tropicales se cierne sobre nuestras costas, y la experiencia nos ha enseñado que la prevención es la mejor arma.

Este año, el recuerdo de Rafael, el último huracán que azotó el país, nos sirve como una lección contundente.

Si bien sus efectos fueron menores a los inicialmente pronosticados, nos demostró la vulnerabilidad a la que estamos expuestos y la importancia de no bajar la guardia.

Rafael nos recordó la necesidad de revisar y fortalecer nuestros planes de evacuación, de asegurar los recursos esenciales –agua potable, alimentos no perecederos, medicinas–, y de proteger nuestras propiedades.

Las autoridades han insistido en la importancia de la participación ciudadana en estas acciones. El éxito en la mitigación del impacto de los fenómenos hidrometeorológicos reside en la planificación conjunta y la coordinación efectiva entre las instituciones y la población.

Desde la limpieza de cunetas y alcantarillas hasta la verificación del buen estado de techos y viviendas, cada pequeño esfuerzo contribuye a la resiliencia de nuestras comunidades.

Más allá de la protección de bienes materiales, la prioridad absoluta es la salvaguarda de las vidas humanas.

Es fundamental seguir las indicaciones de las autoridades, estar atentos a las alertas emitidas y no subestimar la fuerza de la naturaleza.

Recordar a Rafael no es alimentar el miedo, sino fortalecer nuestro compromiso con la prevención.

Como es habitual, la preparación es importante para preservar nuestros recursos y salvaguardar las vidas del pueblo cubano.

La experiencia nos ha enseñado que la prevención salva vidas y reduce el impacto de los devastadores efectos de los ciclones tropicales.

Mantengámonos alerta y preparados. El llamado es a la responsabilidad y a la solidaridad colectiva.

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