Por: Lázaro Quiribeyro

Hay oportunidades que pueden levantarse por encima de las limitaciones. Una mirada optimista, puede iluminar ideas de desesperanza. Reflexionemos juntos, intercambiemos opiniones, tengamos contradicciones. Para ustedes, mis queridos adultos mayores, es este comentario.

¡Ay, estos achaques! Sí, el cuerpo ya no es el de antes, pero, ¿Saben qué? La vejez es como tener un mapa lleno de cicatrices que cuentan historias. Cada arruga es una batalla ganada, ¡y eso merece respeto! Entonces, empecemos por respetarnos nosotros mismos. Los años quitan energía, pero dan perspectiva. Ahora, pueden entender que un mal día no es el fin del mundo. Después de todo, ¡han visto caer y levantarse al sol miles de veces!

Tienes una ventaja. Sabes que significa estar conectados. Pues bien, tú puedes ser parte de una linda campaña.  Sí, menos redes sociales, más redes humanas. A diferencia de los jóvenes pegados al celular, ustedes saben que un café con amigos o una llamada de voz valen más que 1000  likes. ¡Eso sí es conexión de verdad!

¿Qué les parece entender la vejez como un segundo hogar? Al principio se extraña la casa de siempre, pero luego uno la llena de fotos, plantas y recuerdos que calientan el corazón.  Y no me vengan con eso de “Ya no sirvo para nada” Eso es ¡Falso! Ustedes son bibliotecas vivas: saben contar historias de antes de Internet y dar consejos que salvan matrimonios.

Ahora, pueden darse el lujo de andar con menos prisas y tener más miradas al cielo. Ahora notan el canto de los pájaros, el color del atardecer… Cosas que antes pasaban desapercibidas en la rutina. Y sí, la vejez es contradictoria pero sincera. Ya no fingen sonrisas ni toleran tonterías. Si algo no les gusta, ¡lo dicen sin filtro! Y eso, amigos, es libertad.

¿Y ahora qué? Mis queridos, llegar a la vejez, a veces se siente como terminar un libro y preguntarse: ¿Y el sentido de todo esto? Pero ojo, que la vida no es un examen que hay que aprobar, sino un viaje para disfrutar.  Y tienen la suerte de tener recuerdos, que son como un álbum de fotos que le da sentido al camino recorrido. Por cierto, para encontrar un sentido, el secreto está en seguir encontrando «porqués». Un nieto que te necesita, un jardín que cuidar, un poema que escribir… Entendamos la vejez como el otoño, donde las hojas caen, pero los árboles siguen firmes, sabiendo que nuevas estaciones vendrán. El poeta chileno Pablo Neruda escribió: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.» Eso es innegable.

Algunos se contentan erróneamente con haber hecho todo lo que debían. Eso es ¡Mentira! Grandes como Picasso pintaban a los 90 años, y el escrito ruso León Tolstoi seguía escribiendo a los 80. Comprenderán entonces que el arte, el amor y el aprendizaje no tienen fecha de caducidad.

Pero… ¿Y la soledad? ¡Ya lo esperaba! Es cierto que algunos se van, pero otros llegan. Un vecino, un amigo, un nuevo amor y hasta un perro adoptado pueden llenar el alma.  Nada de mostrar arrepentimiento de cosas del pasado. La vida no es para lamentarse, sino para aprender. Y un buen consejo, muy práctico, por cierto, “no cuentes los años, haz que los años cuenten”.

Por eso, hacer un balance de lo Vivido es una oportunidad para renacer. No es simplemente recordar, sino entender, agradecer y, sobre todo, liberarse.  Mirar atrás sin ataduras. La vida no se mide en éxitos o fracasos, sino en lecciones aprendidas. ¿Qué tal si, en lugar de lamentar lo que no fue, celebramos lo que sí vivimos? Ese trabajo que tanto esfuerzo nos costó, esos hijos que criamos con amor, esos amigos que aún nos acompañan… Todo eso, ya es un triunfo.

Se trata de celebrar el aquí y ahora. El balance no es solo lo que fue, sino lo que aún puede ser. Un atardecer, una charla con café, el placer de un libro… La felicidad está en los detalles simples.

Queridos: ustedes no son el «final de nada», sino «el alma de todo». Su vida ya es un legado. Ahora es tiempo de vivir con serenidad, amar sin prisas y reírse de lo que antes los preocupaba. La vejez no es el final, es la cosecha. Los años les dieron raíces fuertes; ahora es tiempo de disfrutar los frutos: nietos, amistades leales y paz interior.

¡Otra verdad!  La vida no se mide por los años vividos, sino por las veces que hicieron reír a otros, secaron lágrimas o compartieron un silencio cómplice. ¡Eso, queridos mayores, nadie se los quita!

 

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