Por: Alejandro Batista Martínez

FUENTE: Fichas en poder del autor.

Las primeras villas surgidas en tierras habaneras se enclavaron en las cercanías de la capital.

Esto se debe, por una parte, a que confiaban en depender de La Habana para la distribución de sus productos.

Por otra, que era juicioso ocupar posiciones estratégicas en los caminos que conducían al puerto principal y centro político de la región.

Sobre las particularidades de la fundación de las primeras villas de las actuales provincias de Artemisa y Mayabeque, le acercaremos en este encuentro con nuestras raíces.

Las primeras villas habaneras quedaron emplazadas en zonas de poblamiento natural intenso y fueron obra de decisiones políticas, estatales o privadas.

Solamente dos de ellas se originaron en agrupamientos naturales de la población campesina: Santiago de las Vegas y San Julián de los Güines, surgidas entre 1650 y 1680.

San Juan de Jaruco, por su parte, se estableció por iniciativa privada, en una zona de intenso poblamiento económico y demográfico primitivo.

Al decir de su fundador, la mayor parte de las tierras del corral se hallaban repartidas en sitios de labor. San Felipe y Santiago de Bejucal, Santa María del Rosario y San Antonio Abad o de los Baños, fueron totalmente originadas en un acto de poder.

En los tres lugares existía de antaño alguna población rural, habitantes de las antiguas haciendas ganaderas y de los campos de cultivo desarrollados allí desde el siglo XVIII.

Las villas de Santiago de las Vegas y San Julián de los Güines tropezaron con graves dificultades antes de constituirse orgánicamente.

Las demás fueron favorecidas por el poder público y la iniciativa de los grandes terratenientes. No obstante, alguna que otra sufrió el efecto paralizante de la falta de medios económicos de su fundador para llevar la empresa a buen término.

Los fundadores de las primeras villas habaneras se vieron precisados a dotarlas de tierras para sus edificios y demás necesidades administrativas.

Darle casa capitular, carnicería, cárcel, corral, iglesia y plaza, eran tareas de primer orden.

Debía prescribirse, además, la forma y el término en que las tierras serían cedidas a los vecinos.

Se le dejaba al fundador la libertad de disponer de las que fuesen de su propiedad y no afectaran a la fundación.

En el caso de Bejucal, por ejemplo, el fundador de la villa ofrecía ganado de tiro, aves de corral e implementos agrícolas a las primeras familias que se asentaran en ella.

En Jaruco se ofrecía además la entrega de un esclavo. El fundador señorial reclamaba para sí ciertas ventajas sociales, como la posesión de títulos nobiliarios y prerrogativas para designar el primer Cabildo y las autoridades municipales temporales.

Nuestra villa de San Antonio Abad es obra de una iniciativa del Marqués de Cárdenas de Montehermoso.
Aunque la propuesta data de 1779, no quedó instalada hasta 1795.

La dilación se debió a que el Ayuntamiento de Santiago de las Vegas había promovido un recurso contra su fundación. Surgía en una zona poco desarrollada hasta la segunda mitad del siglo dieciocho, pero en el punto céntrico de una faja llana, rica en tierras de cultivo.

La situación de villa, al occidente de la región habanera, determinó su crecimiento e importancia posteriores.

Deja una respuesta