Los tres primeros meses de vida son de adaptación y dedicación al máximo a las necesidades del bebé, para crearle la sensación de que el mundo es seguro. En estos primeros tres meses, el recién nacido no sabe que es distinto a la madre. Se siente parte de ella, como una misma persona.

Es por ello que depende totalmente de mamá y los cuidados que necesita son constantes.  A la hora de amamantarlo, por ejemplo. Amamantar a un bebé es lo más natural del mundo. Pero es necesario conocer cuáles son las posiciones y la forma correcta de hacerlo para garantizarle una adecuada alimentación.

Durante el primer mes de vida, los recién nacidos deben alimentarse entre ocho y 12 veces al día. La leche materna se digiere fácilmente, por lo que los recién nacidos tienen hambre a menudo. Además, el hecho de amamantar frecuentemente al bebé favorece la producción de leche durante las primeras semanas. Cuando tienen entre 1-2 meses de vida, la mayoría de los bebés suelen hacer entre siete y nueve tomas al día.

Durante las primeras semanas de vida, se deberá amamantar al bebé «a demanda» (cuando tenga apetito), lo que suele ser cada hora y media a tres horas. Conforme los recién nacidos vayan creciendo, necesitarán alimentarse con menos frecuencia y desarrollarán un horario de lactancia más regular y predecible. Algunos cada 90 minutos, mientras que otros pueden aguantar dos o tres horas entre tomas consecutivas. Los recién nacidos no deben pasar más de unas cuatro horas sin alimentarse, ni siquiera por la noche

La lactancia materna resulta muy beneficiosa tanto para la madre como para el bebé. Los estudios indican que puede reducir las probabilidades de que un bebé tenga diarrea, infecciones de oído y meningitis bacteriana, o reducir la gravedad de sus síntomas. La lactancia materna también protege a los bebés del síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), la diabetes, la obesidad, y el asma.

En las madres, la lactancia materna quema calorías y ayuda a que el útero recupere su tamaño normal. De hecho, las madres que amamantan a sus bebés suelen volver a tener la figura y el peso que tenían antes de quedarse embarazadas más deprisa que las que optan por la lactancia artificial.

La lactancia materna también reduce el riesgo de las madres a padecer enfermedades como: el cáncer de pecho, la hipertensión arterial, la diabetes y  las enfermedades cardíacas. Es posible que la lactancia materna también proteja a las madres del cáncer de útero y del cáncer de ovarios.

Creo que quienes somos mamás y hemos lactado a nuestros hijos, describimos este acto como el vínculo más estrecho que podemos establecer con nuestros bebés después de nacer. Es ese momento de encuentro donde nos conectamos desde la emoción, el pensamiento, y el amor.

Dayamí Tabares Pérez
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