La agresividad no es el camino

La comunicación es la principal herramienta que posee el hombre para entenderse con sus coterráneos. El estilo de comunicación se divide principalmente en tres tipos marcados que serían: la asertividad, el estilo inhibido o pasivo y el estilo agresivo.

Por los problemas existentes en la sociedad actual, el estilo mas común hoy en las calles y centros laborales es el agresivo. El estilo de comunicación agresivo consiste principalmente en tener una postura egocéntrica y no respetar en la comunicación los derechos, sentimientos e intereses del otro interlocutor presentando formas verbales y no verbales extremas.

La persona suele utilizar un formato de comunicación unidireccional. Aunque son personas que suelen mostrarse seguras de sí mismas, sinceras y directas, suelen expresar falta de autocontrol. Expresan sus emociones, opiniones y decisiones de forma hostil, exigente o amenazadora.

Otra de las características es tener la necesidad de tener siempre la razón. Se centran en ganar o perder, mi criterio es valioso, si el otro discute mi criterio ya hay problemas. No saben resolver conflictos y tampoco suelen empatizar, pues no se suelen sentir responsables de las consecuencias negativas que a medio plazo tiene su comunicación agresiva, tanto para los demás como para ellos mismos.

Si se les explica que su comunicación no ha sido asertiva tienden a justificarlo con que la situación los llevó a eso, o la conducta del que tenían enfrente. Toda causa tiene un efecto. Las personas que se comunican de forma agresiva pueden sufrir alteraciones emocionales pues experimentan sentimientos de tensión, descontrol, enfado, odio, frustración y baja autoestima.

La pérdida de relaciones sociales, convivir con personas que presentan este estilo de comunicación acaban generando rechazo hacia ellos, alejándose o actuando con el mismo formato y enfrentándose.

Dificultades en el mundo laboral es otra de las consecuencias de este acto ya que encadenar conflictos, no aceptar el rol de autoridad, discutir temas importantes, entre otras situaciones, son aspectos que suelen deteriorar las relaciones laborales y que aparecen con personas que utilizan este estilo de comunicación. Nadie acepta un líder así y ningún buen líder acepta que un compañero trate así al resto del equipo.

Esto trae aparejado problemas de salud física. La agresividad y la ira pueden facilitar o empeorar ciertos trastornos cardíacos y circulatorios. Una persona así desencadena la violencia. Los comportamientos agresivos, en su forma más extrema, dan lugar a diferentes tipos de violencia, por ejemplo, al maltrato familiar.

Una de las principales características de una persona violenta es que busca herir a otros de forma intencional. Estos individuos suelen recurrir a distintas formas de violencia para causar daño y mantener su lugar de poder y autoridad. Son incapaces de controlar sus reacciones y pueden poner en peligro a los demás.

La irritabilidad suele ser otra de las características de una persona agresiva. Se enojan rápidamente y de forma explosiva. Una persona agresiva no percibe sus errores como tales y es incapaz de reconocer el daño que causa a otros. De igual manera, actúan como si tuviese un exceso de autoestima.

Otro de los rasgos característicos de este tipo de personalidades es que buscan controlar las acciones y el sentir de las personas a su alrededor. Es posible que una persona violenta también sea rencorosa y que en ello resida su necesidad de causar daño a otros. Para ellas es prácticamente imposible pedir perdón y perdonar, por lo que regularmente acumulan resentimientos y son incapaces de olvidar los agravios.

Como dice un refrán cubano »suave para que se dé», así debe ser nuestra conducta hacia las personas agresivas. Mantener la calma, esperar que pase la tormenta para hacerlo entrar en razón, es otra conducta a seguir. Sugerir la ayuda especializada es otro camino acertado.

El respeto entre las personas es el eslabón esencial para una correcta comunicación. Identifique a las personas que le rodeen. Intente tener un correcto intercambio, ese que nos distingue de los animales. Se lo recomendamos.

Olga Álvarez Suárez
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