Juan Almeida Bosque nació en La Habana, el 17 de febrero de 1927. Hijo de una familia humilde, solo había alcanzado el octavo grado y su mayor experiencia de trabajo la tenía en el ramo de la construcción.

El civismo y la rebeldía ante las injusticias también distinguieron pronto al muchacho, cuyo porte y semblante reflejaban una sencillez tan impresionante que nadie, a primera vista, podría imaginar el temple y coraje de león que lo habitaba.

Consecuente con ello, cuando se produjo el golpe de Estado por el usurpador Fulgencio Batista, en 1952, inmediatamente se alistó junto a los que denunciaron el acto vil.

Se acercó al movimiento revolucionario que encabezaba el joven abogado Fidel Castro y a las acciones de la llamada Generación del Centenario, empeñada en honrar la memoria del Héroe Nacional Cubano José Martí.

Desde entonces el valiente Juan Almeida unió su destino a la Revolución Cubana, pues la libertad era todavía una causa por conquistar.

Siempre se mantuvo en la primera fila del deber y del combate, con la naturalidad y expresión noble y bondadosa con que sabía ganarse tantos corazones.

Desde México, que sirvió de base clandestina para la preparación de la expedición del yate Granma, Almeida vino como uno de los tres jefes de pelotones de aquel grupo.

Siguió con su conducta de vanguardia en los días de la fundación del Ejército Rebelde, tras su llegada a Cuba y después en Alegría de Pío, donde los expedicionarios fueron casi masacrados.

Allí él, sin embargo, ante el llamado enemigo a la rendición, lanzó aquella frase, inscrita en la historia: “Aquí no se rinde nadie…”

Junto a Camilo y al Che, Juan Almeida avanzó hacia La Habana para consolidar el efectivo triunfo de la Revolución. A este héroe con mayúsculas nunca se le vio rezagado, aunque sí sencillo y modesto como pocos.

Continuó cumpliendo misiones y superándose en el terreno militar y cultural, siempre con un pie en el estribo, como los viejos mambises, para seguir librando todas las batallas que impuso la nueva etapa revolución.

Para deleite de sus compatriotas resultó ser compositor de una música muy inspirada, bella, melódica y armoniosa, que regalaba las claves de su admirable carácter, su alegría y todas las virtudes que le brotaban.

Más de 300 canciones y una docena de obras literarias nos legó este Héroe de la República de Cuba, condecorado, además, con la Orden Máximo Gómez de primer grado, quien nos dejara más que todo su ejemplo inolvidable y el orgullo de haber sido un hijo de nuestra tierra. “Así te recordamos, Comandante”.

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