Aquel día nadie lo esperaba, el joven abogado Fidel Castro Ruz, principal procesado entre los que serían juzgados a partir del 21 de septiembre de 1953
por los ataques a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, se transformó de acusado en acusador desde su estremecedora autodefensa, con un alegato que pasó a la posteridad como La Historia me Absolverá.
En el transcurso del juicio, abierto ese día en la Sala Plenaria del Palacio de Justicia de Santiago de Cuba, otra verdad se abriría paso y mostraba que los jóvenes integrantes del movimiento revolucionario, organizador de las acciones, decididos a honrar al Apóstol en el año de su centenario, no solo destacaban por su valentía, sino también se guiaban por un profundo ideario y un programa político.
En el juicio iniciado bajo el nombre de Causa 37, se juzgaba a 122 encartados, en un proceso que contemplaba su desarrollo en escenarios y fechas diferentes.
La primera audiencia tuvo lugar de ese día en el Palacio de Justicia. Otro enclave era el Hospital Saturnino Lora, sitio donde juzgaron a Fidel Castro el 16 de octubre, en una pequeña habitación. Allí fue objeto de vejaciones y arbitrariedades en el debido proceso. Pero, aunque lo intentaron, no pudieron impedir el ejercicio de su autodefensa.
El líder se mostró categórico al declararse jefe de los asaltantes. Con una sesión atestada de público, la dictadura emplazó numerosos soldados que intentaban atemorizar a los presentes con sus bayonetas. Se autorizó la presencia de 26 periodistas, pero prohibieron la entrada de fotógrafos.
A Fidel no se le pudo negar el hacer su autodefensa. Su alegato denunció los bárbaros asesinatos y torturas de sus compañeros prisioneros de manera inicial, para luego pasar a los basamentos políticos de la lucha, con el aporte de datos veraces de la realidad que vivía el pueblo, con sus derechos vulnerados y un desempeño económico que solo favorecía a la minoría privilegiada. Los asesinatos, la cárcel o las torturas eran la respuesta a los que combatían contra esos desmanes.
Destacó el homenaje a la memoria de José Martí y lo proclamó como inspirador y autor intelectual de las acciones patrióticas.
Con La Historia me Absolverá -nombre emanado de la famosa frase: »Condenadme, no importa, la Historia me absolverá», los cubanos vieron nacer lo que también se llamó posteriormente el Programa del Moncada, el cuerpo de objetivos más importantes a cumplir por la Revolución, una vez alcanzado el anhelado triunfo, ocurrido años más tarde.
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