La prevención de embarazos en la adolescencia constituye una problemática pendiente en Cuba.
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Jenifer tiene 14 años y ya asume responsabilidades demasiado grandes para su edad. El nacimiento de su hija ha puesto de cabeza las rutinas de esta muchacha que, tras un embarazo precoz y de riesgo, se estrena como madre con todo lo que implica en cuanto a cuidado y atención de una pequeña.
Lo vivido por la adolescente no constituye una singularidad. En Cuba, y en todo el mundo, las relaciones sexuales se están iniciando cada vez más temprano, entre los 13 y 15 años, como tendencia. Y el apuro, casi nunca acompañado de responsabilidad ni protección, anticipa la llegada de la maternidad y coarta los derechos sexuales y reproductivos.
Porque sigue abrumando el número de mujeres que terminan siendo madres en plena adolescencia. Las estadísticas en varias provincias cubanas encienden la alarma y San Antonio de los Baños no queda fuera. Pero más que los números, estremecen la inocencia y los sueños rotos.
El asunto no se reduce a la cultura o a las condiciones socioeconómicas o a los niveles de educación, sino que es expresión de las asimetrías de género y de violencia familiar que les cambian el rumbo a la vida de muchas adolescentes.
En ocasiones, la familia le impide la interrupción y les obliga a asumir riesgos y responsabilidades para lo que aún no están listas, sin derecho a tomar decisión sobre sus vidas, situación valorada a profundidad durante las sesiones de la Comisión de Atención a la Juventud, la Niñez y los Derechos de Igualdad de la Mujer de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Tal realidad obliga a preguntarse: ¿Quién prepara a los adolescentes para ejercer sus derechos sexuales y reproductivos? La orientación comienza en casa y se refuerza en la escuela; mas, son innegables las brechas en aspectos de carácter social, cultural y económico, y que, sin dudas, representan obstáculos para el desarrollo de proyectos de vida alternativos a la maternidad temprana.
Sin embargo, la escasez de anticonceptivos en Cuba resulta hoy un asunto crítico. La crisis del preservativo en la red de farmacias y la venta a altos precios en el mercado informal de este profiláctico, uno de los más completos y seguros que existen, pues puede prevenir al mismo tiempo, embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual.
A la crisis de los condones se añade la baja disponibilidad de otros métodos para decidir la descendencia, como píldoras y dispositivos intrauterinos.
Las consecuencias de la fecundidad en esta etapa son múltiples. Desde los riesgos debido a nacimientos prematuros o complicaciones durante el parto, la mortalidad materna y mayor posibilidad de abortos espontáneos, hasta las secuelas psicológicas, las cuales pesan toda la vida.
Ante tales desafíos, no puede entenderse una política de promoción dirigida a los adolescentes sin una visión intersectorial de sus particularidades. Los niveles de participación alcanzan lo individual, familiar, comunitario y social, de manera que el sistema de salud, las instituciones educacionales, la Federación de Mujeres Cubanas y otras organizaciones asuman sus respectivos roles que tengan en cuenta la propuesta y ejecución de intervenciones en las áreas educativa, informativa y de comunicación social.
Se trata de una labor que concierne a padres, maestros y también, claro, a los medios de comunicación, con miras a lograr una adolescencia más sana y a la que no le sorprenda la llegada de la cigüeña.
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