El 10 de febrero de 1878 se hizo válido el documento, según el cual los mambises aceptaban una supuesta paz, pero sin independencia. Un tratado que establecía la capitulación del Ejército Libertador cubano frente a las tropas españolas para poner fin a la Guerra de los Diez Años. Pero este acuerdo no garantizaba ninguno de los objetivos fundamentales por los cuales los mambises se habían lanzado a las armas: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.
El 7 de febrero el general español Arsenio Martínez Campos acordó realizar una reunión de consulta al pueblo cubano para decidir si se aceptaba la paz sin independencia. La mayoría de los combatientes desilusionados decidió suspender las hostilidades. La Cámara de Representantes se autodisolvió para no ir en contra de la Constitución de Guáimaro que prohibía al gobierno convenios que no contemplaran la independencia. Pero, a pesar de este escenario desfavorable, el fervor independentista y las ansias de ser libres hablaron mucho más alto y no todos los cubanos se mostraron conformes con lo que planteaba este documento. El acuerdo del Pacto del Zanjón tendría que esperar por la enérgica respuesta de personalidades de la talla de Antonio Maceo, que no dudó en dar su negativa ante un documento que no cumplía con las causas fundamentales de la guerra.
Los deseos de independencia no eran negociables para los mambises que luego de años de contienda no estaban dispuestos a conformarse y lucharían hasta las últimas consecuencias.
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