Los ancianos son un caudal de sabiduría, responsabilidad, reflexión o disponibilidad tanto de tiempo como de posibilidades, también paciencia y generosidad. Ellos nos abren el camino, le debemos mucho de lo que tenemos y nos lo dan todo en la vida. Los ancianos tienen barreras, dificultades o limitaciones que aparecen según avanza la edad.

Las personas mayores, como todos, tienen necesidades de expresión y desean realizar una función social útil, que muchas veces como sociedad les negamos: para el modelo económico vigente, el anciano ya no es una fuerza productiva. La jubilación no es ni debe ser un sinónimo de inactividad para las personas mayores y menos aún suponer que dejan de contribuir con su esfuerzo al desarrollo económico y social.

Muy al contrario, salvo las que tienen algún grado importante de incapacidad siguen manteniendo una importante actividad contributiva, muchas veces desde el propio ámbito familiar. También se ocupan del cuidado de sus nietos mientras los padres de éstos trabajan. O cuidan a familiares enfermos dependientes. También realizan un trabajo de apoyo social no remunerado, acompañando a personas que viven solas, atendiendo comedores sociales, o desarrollando numerosas actividades.

Lo más importante para un anciano, a mi juicio, es el apoyo emocional. La familia debe saber darle un lugar importante al anciano. Incorporarlos en las actividades familiares y darle participación es primordial. Existen familias que excluyen a los abuelos porque son torpes o les tiembla la mano y derraman las cosas. Los ancianos hicieron mucho por nosotros, cuando éramos pequeños. Ahora nos toca extenderles la mano y hacerles la vida agradable.

El envejecimiento de la población es un desafío múltiple y un problema de derechos humanos, pues el anciano es titular de derechos, objeto de cuidados y merece trato digno. En esta misma dirección debemos educar a nuestros hijos. Los ancianos deben respeto y atención por las enseñanzas que aportan a las nuevas generaciones.

El papel del anciano en la sociedad ha sido de una importancia vital para el progreso de la misma, manteniendo unos valores que hacen más fuerte la convivencia y el respeto entre todos. El envejecimiento es parte de la vida y nadie puede escapar de esta transición. Un niño crece y se hace adulto; y cada día que pasa, la edad nos afecta a cada uno de nosotros.

Se necesitan muchísimos años para obtener el tipo de experiencia y sabiduría que una personas mayor ha acumulado a lo largo de su vida. Aprovechemos su experiencia para labrar mejor el camino de la vida y apoderarnos de valores, escaso condimento en nuestros tiempos.

Olga Álvarez Suárez
Últimas entradas de Olga Álvarez Suárez (ver todo)