Bajo su dirección combatió en el desierto contra las fuerzas alemanas del general Rommel.

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Por: Lic. Alejandro Batista Martínez

La ciudad española de Madrid, vio nacer en 1924 a Carlos Gutiérrez Menoyo, en un hogar donde se vivía con ciertas comodidades. Desde la adolescencia comenzó a manifestar sus inquietudes revolucionarias. Simpatizó con la causa de la República Española, por la cual entregó la vida su hermano mayor. Después del golpe fascista tuvo que emigrar a Francia y allí lo sorprendió el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Con solo 16 años, Carlos Gutiérrez Menoyo formó filas con los patriotas franceses y marchó a África a integrarse a las tropas del general francés Leclerc. Bajo su dirección combatió en el desierto contra las fuerzas alemanas del general Rommel. Por el valor demostrado en el campo de batalla fue condecorado y recibió el grado de subteniente. Peleó en Italia, participó en la invasión de Normandía, fue uno de los primeros en pisar suelo liberado francés y llegó hasta el territorio alemán.

Después de concluida la guerra vivió un tiempo en Francia y posteriormente vino a Cuba a reunirse con sus familiares residentes en Cojímar. Su estancia en la capital fue breve, pues marchó a Cayo Confites a entrenar a un grupo de cubanos que planeaban ir a luchar a Santo Domingo, República Dominicana, por la liberación de ese pueblo oprimido bajo la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo. Al fracasar este intento expedicionario, regresó a Cuba, y años después salió rumbo a Guatemala, para enrolarse en una expedición aérea a favor de la libertad de las masas dominicanas. Por desperfectos del avión en que viajaba, no pudo consumar su propósito y retornó a Cuba donde se dedicó al trabajo, en un empleo modesto; en el que permaneció hasta el 10 de marzo de 1952, fecha en que se lanzó al combate contra la dictadura batistiana. La persecución desatada después del 26 de julio de 1953 lo obligó a marcharse al exilio, pero regresó clandestinamente a Cuba para proseguir sus actividades conspirativas. Se relacionó con el Directorio Revolucionario y fue designado jefe militar de las acciones del 13 de marzo de 1957, y encargado de dirigir un comando de 50 hombres que tomaría el Palacio Presidencial y daría muerte al dictador Fulgencio Batista.

Acuartelados en un edificio situado en la calle 21, entre 22 y 24, en el Vedado capitalino, permanecieron aguardando la orden de salida los jóvenes que guiaría Carlos Gutiérrez Menoyo hasta el Palacio Presidencial. La espera fue larga pero consiguieron bajar hasta los automóviles. El carro que conducía Carlos, salió como una flecha, abriendo la caravana rumbo a la guarida del tirano. De improviso su auto dobló a la izquierda, frenó violentamente y se detuvo de repente ante la puerta del ala sur del Palacio.

Instantáneamente Carlos descendió del carro y en un movimiento tan rápido que desconcertó a la posta, se situó entre las arcadas de la puerta de la calle Colón y fulminó, con varias ráfagas de su ametralladora, a la guardia, sin darles tiempo de cerrar la verja. Bajo la arcada gritó: “¡Arriba muchachos, que ya esto es nuestro!” Arrasando con toda resistencia a su paso subió, junto a otros compañeros, todos pegados a la pared, las escaleras hacia el segundo piso. Por el ala izquierda ascendieron Pepe Wangüemert, Luis Almeida, Pepe Castellanos y Luis Goicoechea. Por el pasillo tropezaron con dos sirvientes que traían una bandeja vacía en las manos. “¿Dónde está Batista?”, preguntó Carlos. Llegaron hasta el Salón de los Espejos y al grito de “Salgan con las manos arriba”, recibieron un tiro que hizo estallar los cristales de la puerta. Carlos lanzó 4 granadas por el hueco de los cristales rotos. Las tres primeras no estallaron. A la cuarta se sintió una explosión. Instantáneamente franquearon la puerta, disparando sus armas. En el suelo habían dos hombres muertos. El despacho estaba vacío, pero trataron de hallar un pasadizo secreto que, según les habían informado, unía el despacho de Batista con sus habitaciones del tercer piso.

Una vez en el despacho presidencial, la ametralladora de Carlos Gutiérrez Menoyo se encasquilló. Pepe Castellanos tenía los cargadores vacíos y el grupo de apoyo no aparecía. Sin perder el optimismo, Carlos exclamó: “Muchachos, ya estamos en el tercer piso, ¡vamos!”. Machadito le señaló la necesidad de traer como refuerzo a los compañeros que combatían desde la planta baja. Carlos estuvo de acuerdo y fue a buscarlos. Acompañado de Castellanos, se dirigen por el pasillo hacia la escalera. Tal era la confianza, por su valor temerario, que no advirtió que se exponía al fuego del tercer piso. Allí, en el suelo de Palacio Presidencial, defendiendo la causa cubana, murió gloriosamente el combatiente internacionalista Carlos Gutiérrez Menoyo.