La autoestima personal es la valoración y percepción que una persona tiene de sí misma.
Se trata de la medida en la que alguien se aprecia, respeta y acepta a sí mismo, influyendo en su autoconcepto, su confianza y su bienestar emocional.
Todas las personas poseen una proyección mental de quiénes son, cómo lucen, en qué son buenos y en qué son malos, y cómo los perciben los demás.
Sea o no cierta esa descripción que hacemos de nosotros mismos, lo cierto es que se forma durante la infancia y sobre ella descansa nuestra relación con nosotros mismos: la autoestima.
Se habla de una autoestima alta (o también “positiva” o “correcta”) generalmente cuando la persona presenta las siguientes características de personalidad:
Autoconfianza. La persona conoce y acepta sus valores y está dispuesta a luchar por ellos a pesar de encontrar oposición. Al mismo tiempo, es capaz de cambiar algo de ellos si la experiencia le dice que estaban errados.
Aceptación. La persona se acepta a sí misma tal y como es, lo cual no quiere decir que no intente vencer miedos, conquistar malos hábitos o cambiar, pero no se siente culpable por ser como es o porque a otros no les parezca adecuada su manera de pensar.
Autovaloración. La persona se considera medianamente apta, con cosas para ofrecer a los demás y se relaciona con ellos en condiciones de igualdad y de dignidad.
Apasionamiento. Es capaz de disfrutar con determinadas actividades y alegrarse de su propia existencia, lo cual no significa que viva en estado de alegría constante. Puede entristecerse o alegrarse, como cualquiera, pero frente a estímulos externos o coyunturas.
Se habla de autoestima “baja” cuando las personas muestran alguna de las siguientes conductas: Autocrítica constante. La persona se mantiene en un perpetuo estado de insatisfacción, disminuyendo o viéndole el lado negativo a todo lo que hace o recibe.
Hipersensibilidad a la crítica. La persona tolera poco las críticas y se muestra hostil ante quienes la cuestionan.
Deseo compulsivo de complacer. La persona pone por encima de sus propias necesidades las de los demás, con tal de recibir aprobación de ellos, y es incapaz de decir que no.
Perfeccionismo. La persona se exige a sí misma hacer las cosas perfectamente, lo cual a menudo es imposible, y el menor fallo representa para ella una catástrofe.
Culpabilidad constante. La persona es incapaz de perdonarse errores y se condena eternamente por ellos.
Defensividad. La persona reacciona ante la vida como si fuera un constante ataque, y es incapaz de pactar del todo con el goce de vivir o la alegría.
Si determina tener alta o baja autoestima le proponemos algunos consejos simples para atender la autoestima.
Evitar la comparación. Entender que cada quien hace lo que puede con lo que le tocó en suerte.
Ser realista. Respecto a las metas propuestas (que sean alcanzables y a corto y mediano plazo es mejor), pero también a los defectos y virtudes (no agrandarlos ni minimizarlos).
Practicar la gratitud. Ser conscientes de lo grandiosa y valiosa que es cada parte de nuestro ser. Nuestro propio reconocimiento es el primer paso para incorporar el hábito de apreciarnos, valorarnos y cuidarnos.
Hacer las paces con el pasado y los errores cometidos, con los daños recibidos o con lo perdido. Es indispensable dejar ir para poder vivir en el presente.
Defender lo propio. No ceder a las peticiones ajenas que contradigan lo que deseamos o queremos, ni renunciar a lo que buscamos por simplemente recibir aprobación ajena.
Ponga en práctica esos consejos y recuerde: Acéptese. Ámese. Su yo interno le agradecerá.
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