No es cosa de muchachos…

La violencia y el acoso escolar se están viendo ampliados con una variante reciente como es el ciberacoso que se sirve de las redes sociales para ampliar y multiplicar de forma exponencial el fenómeno hasta hacerlo viral. WhatsApp, Facebook, TikTok o Instagram son ahora las plataformas donde suceden el 22,6% de los ciberacosos.

La escuela como espacio físico y la niñez y adolescencia como franja de edad son los dos factores a tener en cuenta a la hora de analizar el problema al que familias y docentes se enfrentan sin, en muchas ocasiones, tener los conocimientos o los medios para hacerle frente.

Cualquier niño o adolescente puede ser víctima de maltrato verbal, físico o psicológico. No hay un perfil definido ni de víctima ni de acosador. Sus consecuencias pueden ser padecidas de por vida e incluso provocar desenlaces trágicos, cuando solo se ve esa vía para acabar con el tormento.

El acoso puede afectar el normal desarrollo de la personalidad al bloquear la autoestima, socavando la dignidad y la confianza en el entorno y provocando la aparición de trastornos de salud mental, tales como la alteración del estado de ánimo o el estrés postraumático.

Las familias tardan en enterarse de que se está produciendo un caso, tanto las de los acosados como las de los acosadores. Y ese es uno de los problemas a los que nos enfrentamos: saber identificar las señales que pueden advertirnos de que un niño está siendo acosado.

Los padres y educadores deben estar atentos a cualquier cambio de comportamiento o de humor: alteración de los hábitos alimenticios; demostración de tristeza; abatimiento; aislamientos prolongados o pérdida del círculo de amistades. Estas señales pueden ser las alarmas que nos indiquen que estamos ante un caso de acoso. Al mismo tiempo, los jóvenes tienen que aprender a denunciar estos hechos y, para ello, debemos ser capaces de ofrecerles la ayuda necesaria para que sean conscientes, tengan el valor de denunciarlo y la capacidad para enfrentarlo.

Cuando, ante un caso de acoso, escuchamos la terrible frase «esas son cosas de muchachos» debemos tomar nota rápidamente para salir al paso y decir: NO. Son cosas de mayores. Somos los mayores los que debemos poner freno a este problema mediante medidas para erradicar el acoso o, por si algunos prefieren denominarlo así, el bullying. Porque reitero, el acoso no es asunto de muchachos.