La pasión de Villena por las letras

Hoy vio la luz un eterno enamorado de las letras, Rubén Martínez Villena. Su obra literaria fue muy fructífera.

Rubén descubrió la poesía a los 11 años. Una noche llegó a él como una descarga entre la soledad y la reflexión. Volcándose en un cúmulo de cuartillas desordenadas, releídas, desechadas o engavetadas.

A los 24 años alcanzó su madurez artística en poemas como Insuficiencia de la escala y el iris, El anhelo inútil, El gigante, Mensaje lírico-civil.

Máximo Gómez le conoció a sus tres años de edad y quedó conmovido por su mirada y le auguró una vida llena de «luz plena de mediodía». No se equivocó.

Apasionado por la fuerza de las palabras escribió el soneto que ha quedado en las páginas de la literatura erótica cubana:

Suspiró tu mutismo brevemente/

cuando en la sed del vértigo ascendente/

precipité el final de mi delirio/

y del placer al huracán tremendo/

se doblegó tu cuerpo como un lirio/

y sucumbió tu majestad gimiendo.

Pero con mayor vehemencia esgrimió su lírica social:

Hace falta una carga para matar bribones/

para acabar la obra de las revoluciones/

para vengar los muertos, que padecen ultraje/

para limpiar la costra tenaz del coloniaje.

Aquel muchacho de cabellos revueltos y ojos azules -que heredó de su madre, Dolores M. de Villena, la bondad y la imaginación, y de su padre, Luciano Martínez, encontraba en las palabras un refugio seguro de sus sentimientos.

Como casi siempre sucede con todo joven con vocación cierta para las letras, la poesía será su primera arma para enfrentar esta realidad.

Justo cuando su poesía maduraba, Villena (acompañado de otros que compartían su hacer político, por supuesto, porque la obra de la Revolución no pertenece a un solo hombre sino a muchos) inauguró una etapa histórica para la Cuba del siglo XX con la Protesta de los Trece y su derivación en la Falange de Acción Cubana.

Sus pulmones dejaron de funcionar el 16 de enero de 1934. Rubén tenía tan solo 35 años. Como buen poeta, antes de su inevitable partida, imaginó en Canción del Sainete Póstumo cómo sería su sepelio.

Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena – Silvio Rodríguez

Olga Álvarez Suárez
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