II Declaración de la Habana: una respuesta contundente para el imperialismo

El 3 de febrero de 1962, John Kennedy firma la Orden Ejecutiva Presidencial que estableció el bloqueo del comercio entre Cuba y Estados Unidos.

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Durante la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores entre el 22 y el 31 de enero de 1962, en Punta del Este, Uruguay, el gobierno norteamericano logró la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos.

De las 9 resoluciones aprobadas, 4 eran contra la Isla y, a excepción de México, el resto de los gobiernos latinoamericanos rompieron relaciones diplomáticas con el gobierno cubano. Esta estrategia fue la antesala para que el 3 de febrero de 1962, el presidente John Kennedy firmara la Orden Ejecutiva Presidencial que establecía el bloqueo total del comercio entre Cuba y Estados Unidos. Pero, ¿Cuál fue la respuesta de Cuba ante aquel contexto?

En un período de transformaciones en el país, marcado por la llegada al poder de un gobierno revolucionario hacía apenas 3 años, y en medio de la constante injerencia de Estados Unidos para derrocar a la Revolución, no hubo entonces respuesta más contundente que la aprobación de la Segunda Declaración de La Habana por aclamación del pueblo reunido en la Plaza de la Revolución José Martí.

La Declaración se convirtió en una verdadera afirmación de principios, a favor de la proyección y vocación latinoamericana de Cuba. Es un documento de profundo respeto al carácter socialista e internacionalista del proceso político cubano, con excepcional énfasis en la trascendencia latinoamericana.

En el discurso, Fidel también rememora las predicciones que en 1895 José Martí escribiera, convencido del peligro que simbolizaba Estados Unidos para los pueblos de América y a su vez denuncia la intervención del gobierno norteño en la política interna de estas naciones.

Fue el momento preciso para ratificar lo planteado en la Primera Declaración, también aprobada en consulta popular, en cuanto a la posición de Cuba ante la intromisión de Washington. Aquel día, en la plaza abarrotada y ante la mayor concentración popular antes vista en esa época, la Segunda Declaración de la Habana reflejó la solidaridad y el internacionalismo como pilares fundamentales de la política exterior de la Revolución Cubana, así como el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación, la dignidad nacional y la soberanía.

Los documentos políticos son hijos de su época, pero no todos trascienden el contexto en que se gestaron. Tal es el caso de esta Declaración, que hoy, 62 años después, incita al análisis, no solo del pasado, sino del presente en el que la construcción del socialismo está llamado a renovarse en nuevas condiciones políticas, económicas y sociales. El célebre texto concluye con una de las frases más conocidas de nuestro Comandante en Jefe y que años más tarde se haría popular por su trascendencia.

«Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. ¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!»