El legendario Capitán de la clase obrera

El 11 de marzo de 1974 falleció el destacado líder nacional de los trabajadores Lázaro Peña, consecuencia de una penosa enfermedad que, sin embargo, no le impidió entregarse con el tesón de siempre a los preparativos del histórico XIII Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba.

El inmortal ejemplo del legendario capitán de la clase obrera fue resultado natural y de conciencia de la trayectoria de un combatiente revolucionario vertical y valiente, que nunca se rindió ante obstáculos, peligros ni manipulaciones.

Fue un hombre de origen humilde al que animaban formidables condiciones ideológicas y una gran preparación cultural autodidacta, que empleó en todo, incluso para llevar a cabo su lucha por los derechos sindicales y las causas justas.

Otras de las cualidades más notables del luchador eran su formación ética y su capacidad para la acción revolucionaria, con un gran poder de convocatoria. No más verlo hablar y argumentar y todos se convencían de las razones del combatiente que siempre transmitía una imagen de sencillo hijo del pueblo.

La modesta barriada habanera de Los Sitios fue el lugar donde viera la luz Lázaro, el 29 de mayo de 1911, como descendiente de una despalilladora de tabaco y un progenitor carpintero y albañil eventual, los cuales fueron decisivos en la forja de su conciencia, sobre todo la madre.

Golpeado por la vida pronto al quedar huérfano de padre a los 10 años, estuvo obligado a dejar la escuela pública para buscar trabajo siendo un niño para ayudar a sostener la familia. Entonces vio perdidos sus sueños infantiles de convertirse en violinista y se afanó en la albañilería y plomería, hasta que llegó a una fábrica de tabacos, por la influencia materna.

Una singular atracción ejercieron las lecturas de tabaquería sobre el jovencito Lázaro. Era una práctica cultural muy arraigada en ese sector y eso le posibilitó, debido a su empeño y fascinación por los libros, ampliar sus conocimientos y horizontes. Inteligente y despierto como era, ello le permitió ganar desde temprano un buen acervo cultural, que a partir de entonces nunca dejó de enriquecer durante toda su vida. Nunca abandonó la afición por la música cubana, que también lo sedujo desde la niñez. Así es que relacionarse con cultores populares también era parte de su día a día, junto con las acciones de reclamo, protestas y tareas sindicales.

En cuanto a su evolución política, ya en 1929 era miembro del clandestino Partido Comunista de Cuba, fundado por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño pocos años antes.

Adquirió un gran fogueo en las lides revolucionarias durante las luchas contra la dictadura de Gerardo Machado, en las cuales perfiló su impronta de líder sindical obrero, con participación en huelgas, mítines, y la organización de sindicatos muy activos en la exigencia de mejores salarios y derechos laborales.

Fue un período definitorio para él, del cual salió con verdadera vocación antiimperialista, pues pronto se dio cuenta de la interrelación existente entre los intereses de la potencia hegemonista norteña y los horrores y crímenes del Machadato.

En 1934, cuando ya era miembro del Comité Central del primer Partido Comunista, resultó electo secretario general del Sindicato de los Tabaqueros y miembro del Comité Ejecutivo de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC).

Siendo líder de la CNOC fue uno de los protagonistas de la huelga general realizada en 1935. Lázaro ya entonces también se interesaba no solo en organizar y buscar la unidad de los trabajadores cubanos, también tendía lazos de amistad y colaboración con luchadores obreros de otros países, coincidentes en ideales.

Resultó este un intercambio fecundo, que le permitió ganar mayor experiencia. En 1939 funda la Confederación de Trabajadores de Cuba, más tarde conocida como Central (CTC), de la cual fue Secretario General.

Lázaro Peña se ganó el derecho de ser delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, algo que habla mucho del prestigio y la solidez de la labor que había desplegado ese hombre de accionar enorme, que no había perdido su sencillez y humildad.

Corría el año 1945 cuando tomó parte en la fundación de la Federación Sindical Mundial (FSM), de la cual integró su ejecutivo, al ocupar una de sus vicepresidencias y ser simultáneamente su secretario.

A lo largo de su vida Lázaro Peña debió enfrentar y sufrir en carne propia las amenazas y la persecución, incluida la cárcel, junto a inclaudicables compañeros de lucha, obreros y de filiación comunista. Todo sin ceder un ápice en sus principios.

Dos grandes momentos difíciles y peligrosos en extremo vivió en 1947 y en 1952, en el enfrentamiento al Mujalismo, una corriente reaccionaria que los gobernantes y oligarcas habían introducido en el movimiento obrero para dividirlo y minarlo.

El dictador Fulgencio Batista impidió en 1953 que Lázaro retornara al país luego de participar en el III Conferencia de la Federación Sindical Mundial, celebrada en Viena.

Llegó una etapa que volvió a golpear duramente al movimiento sindical, para reducir al máximo su influencia. Muchos sindicalistas y otros revolucionarios mutaron hacia otras formas de lucha, consideradas más efectivas, al tiempo que la Generación del Centenario se organizaba para librar la carga libertaria definitiva.

El  triunfo de la Revolución y el renacer de la Central de Trabajadores de Cuba cumplieron el sueño y los objetivos de la lucha incansable que siempre libró el Capitán de la clase obrera.

Retomó el liderazgo de la organización, en una Cuba nueva y justa. Ocupó ese cargo hasta 1966. Luego pasó a ser Jefe del departamento de Organizaciones de Masas en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fundado nuevamente en 1965.

Hoy se le recuerda con más fuerza que nunca en los empeños del movimiento obrero cubano, decidido a vencer dificultades y trabajar por el desarrollo socio-económico del país. Su legado siempre es inspirador. Como dijera el líder de la Revolución Fidel Castro el día de su sepelio: Lázaro Peña había rebasado la muerte para convertirse en una simiente.