El legado indeleble de Mella

Por Arissa González-Posada Hierrezuelo

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Un día dijiste que aun después de muertos somos útiles, porque servimos de bandera. ¡Y así ha sido! ¡Tú fuiste siempre bandera de nuestros obreros y nuestros jóvenes en las luchas revolucionarias, y hoy eres bandera alentadora, ejemplar, victoriosa e invencible de la Revolución socialista de Cuba! Así dijera nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al referirse al líder estudiantil cubano Julio Antonio Mella. Este joven nació fruto de una relación extramatrimonial del sastre dominicano Nicanor Mella y la irlandesa Cecilia Magdalena, el 25 de marzo de 1903 en Obispo 67, La Habana Vieja.

Al momento de su nacimiento, Cuba era un espacio del desarrollo capitalista dependiente. De modo que forjó su ideario en el calor de la lucha contra una dictadura proveniente de la opresión neocolonial. Profundamente martiano, convencido antimperialista, asumió el marxismo y el leninismo desde una visión creativa, desde la perspectiva de que el futuro era el socialismo, pero adaptado a las condiciones de cada lugar.

Con 17 años de edad viajó a México con la intención de matricularse en el Colegio Militar de San Jacinto, pero no pudo ingresar porque la Constitución mexicana prohibía a los extranjeros servir en el ejército en tiempo de paz. Tras regresar a Cuba ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de la provincia de Pinar del Río, donde se graduó de bachiller y continúo sus estudios como estudiante de Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Creó la revista Alma Mater, de la cual fue administrador y uno de sus principales redactores. Una página trascendente en su vida fue la fundación en 1922 de la Federación Estudiantil Universitaria, la emblemática FEU, convertida enseguida en baluarte de la lucha contra la corrupción en los claustros.

Al año siguiente, auspició el primer Congreso Nacional de Estudiantes, y allí fue uno de los principales autores de sus bases mediante un manifiesto que proclamaba la creación de la Universidad Popular José Martí, que abrió las aulas de la educación superior de manera gratuita a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Para 1924 formó parte de los fundadores de la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas y fundó, asimismo, en 1925, junto al luchador independentista Carlos Baliño, el primer Partido Comunista de Cuba.

Con esas convicciones, desde su exilio en México al que escapó en enero de 1926, preparaba un movimiento insurreccional en Cuba contra el tirano. Pero no todo en la vida del gran revolucionario fue lucha, pues en medio de su corta y convulsa vida encontró el amor en la fotógrafa italiana Tina Modotti.

Con ella, Mella experimentó un amor diferente: la absoluta armonía entre la felicidad y el compromiso social. Tina, además de artista, era revolucionaria, combatiente, militante comunista y como él, estaba en un país extranjero lista para enfrentar las más difíciles circunstancias. A solo cuatro meses de la relación, de regreso a su hogar en Ciudad de México, le dispararon a Mella por la espalda esbirros de Machado.  Hoy, a 121 años de su natalicio Julio Antonio Mella permanece entre los héroes trascendentales de la historia de Cuba y su legado permanece en nuestro actuar cotidiano.

 

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