El café ariguanabense
Por: Alejandro Batista Martínez
FUENTE: Fichas en poder del autor.
El Feudalismo a perpetuidad que otorgó la Real Cédula con la creación del Señorío Jurisdiccional en San Antonio, se produjo cuando el mundo era sacudido por tres trascendentales hechos que influyeron en el acontecer histórico cubano.
Sobre la guerra de independencia de las 13 colonias británicas de Norteamérica; la Revolución Industrial en Europa; y la Revolución de Haití y su repercusión en la producción cafetalera, le acercaremos en este encuentro con nuestras raíces.
Con el estallido independentista en las 13 Colonias Británicas de Norteamérica en 1776 Cuba se benefició.
De La Habana se llevaron municiones y otros pertrechos para las zonas en conflicto, aumentando la escala de embarcaciones en la capital del país.
Con el consiguiente incremento de la circulación del dinero, se comerció con aliados extranjeros abriéndose el camino para el comercio con los nacientes Estados Unidos.
La Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII, que se extendió por toda Europa, trajo el nacimiento del Capitalismo Industrial.
Este fenómeno aunque no influyó inmediatamente en Cuba, fue es en el siglo XIX que manifestó sus consecuencias en la Isla, sobre todo para la Industria Azucarera.
La lucha por la Independencia de Haití, iniciada en 1791, repercutió notablemente en el proceso histórico cubano y en particular en San Antonio de los Baños.
Muchos de los plantadores de café que huyeron de Haití, encontraron la acogida del fundador de la Villa del Ariguanabo, quien para ello contó con el apoyo del Capitán General Luis de las Casas Aragorri y de Francisco de Arango y Parreño.
Diferentes oleadas de inmigrantes franceses llegaron a San Antonio de los Baños en diversas etapas.
Un pequeño grupo arribó a finales del siglo XVIII, pues la mayoría se había asentado en Nueva Orleans, Jamaica, en la región oriental y en el Wajay.
Al estallar la guerra entre los partidarios mulatos de Rigaud y los partidarios negros de Toussaint-Louverture, se produjo otra oleada de migrantes franceses provenientes de Haití hacia Cuba.
A inicios del siglo XVIII, al tomar Louverture la capital haitiana y luego con la coronación de Jean-Jacques Dessalines como Emperador de Haití, la orden de exterminar sin distingo a todas las personas descendientes de franceses, provocó el último éxodo masivo hacia nuestra Isla.
Los inmigrantes franceses contribuyeron a que el café se convirtiera en el renglón económico principal en la naciente villa.
Decía el investigador Juan Pérez de la Riva que el café encontró un decisivo defensor en el rico hacendado don Gabriel María de Cárdenas, segundo Marqués de Montehermoso, fundador de la villa de San Antonio de los Baños, en la que aprovechando los conocimientos de estos útiles colonos, desarrolló e impulsó la agricultura y en especial las siembras de café fomentando él mismo su propio cafetal y extendiendo el cultivo de este ramo a los partidos de San Marcos, Artemisa y Alquízar, en los que en breve tiempo surgieron numerosos cafetales…
Además del establecimiento en Cuba de los cultivadores de café que huían de Haití y la acogida de las autoridades, contribuyó a la explosión cafetalera los altos precios que el producto había alcanzado.
Todo logro en este sentido se vio afectado por la imposición en España del rey francés José Bonaparte, en 1808.
El café sufrió más que otro cultivo con las nuevas condiciones.
En octubre de 1809 se envió un escrito a la Junta de Comercio del Real Consulado solicitando autorización para lograr embarcar café libre de derechos a los Estados Unidos, que llegó a convertirse en el principal mercado de grano cubano por un tiempo.
El documento estaba firmado, entre otros, por el Marqués de Montehermoso.
De esta forma se trataba de hallar una solución al comercio de café buscando nuevos mercados.
El marqués de Montehermoso estaba consciente de lo que podían seguir ayudando los franceses pero manifestaba su compromiso con la Corona Española, a la que fielmente servía.
Las circulares y oficios se mantuvieron y el marqués de Montehermoso supo aprovechar reteniendo en el territorio a los inmigrantes franceses que le interesaban, a pesar de que se encarnizó la lucha contra ellos.
Fue creada la Junta de Vigilancia, presidida por el propio marqués, y en un oficio del primero de mayo de 1809 al Capitán General expulsaba a don Juan Susano Leaumont y don Pedro George, considerados perjudiciales.
Pasado un año de la expulsión de los franceses hubo en la región una disminución de la producción, pues algunas fincas quedaron abandonadas.
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