Muchos se escudan en el hecho de que «el ron es parte de nuestra cultura», el cubano es “bebedor por naturaleza” y justifican el consumo de alcohol como parte de nuestra idiosincrasia.

Si bien el tabaco y el ron han sido muy populares en Cuba desde tiempos de antaño, en los jóvenes el consumo de alcohol se asocia, generalmente, con la autodeterminación, el ocio y la modernidad.

Son elementos que brindan estatus en su grupo social; de esta forma es más difícil eliminarlo a pesar de las consecuencias negativas derivadas del consumo excesivo.

Algunas personas no llegan al consumo diario, pero en los fines de semana incrementan la dosis. Muchas veces no son conscientes de su adicción, puesto que al tener una progresión lenta lo toman por costumbre.

El alcohol roba la vida y el potencial a los jóvenes, a sus familias y a las sociedades. Son claros los riesgos que entraña para la salud, los controles sobre su comercialización son mucho más frágiles que en el caso de otros productos psicoactivos.

Una reglamentación más adecuada, coherente y bien aplicada en su comercio podría salvar y mejorar la vida de los jóvenes en todo el mundo, porque el futuro vale más que una botella.

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