Pudiera decirse que las obras escultóricas más conocidas de la célebre creadora Lilia Jilma Madera Valiente sobreviven a grandes alturas. En la cima del Pico Turquino, a 1974 metros sobre el nivel del mar, se erige un busto de José Martí moldeado por ella en bronce, para conmemorar el centenario del Apóstol. Un Cristo majestuoso y bendecidor custodia la bahía habanera desde 1958, la representación del más grande amor de Jilma, tallado con piedra de Carrara, de Italia. Su construcción convirtió a la artista en la primera y única mujer en realizar tal proeza.

Ambas obras fueron esculpidas en la década del 50 del siglo pasado, justo cuando se encontraba en plena madurez esta célebre creadora, nacida en la localidad de San Cristóbal, perteneciente a la provincia de Pinar del Río (actual Artemisa), cuya residencia fijó luego en la capital.Paradigma del arte monumental, Jilma Madera es un símbolo para su terruño natal.

El Museo Municipal de San Cristóbal atesora una colección con más de mil piezas de la artista, entre ellas su primera obra cuando estudiaba en la Academia San Alejandro, fotografías, documentación, labores en yeso, terracota y bronce, objetos personales, los instrumentos de trabajo, además de otros fondos donados por sus familiares. Sobresale el detalle del conjunto escultórico Niño con El pelícano, del Zoológico Nacional, el vaciado original del Martí del Turquino y una escultura del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes.

Esta mujer de temperamento definido y lleno de concreciones, abogó primero por la educación y laboró durante 25 años como profesora de Economía Doméstica, alternando con la enseñanza del Inglés. Sin embargo, el arte la cautivó más adelante. Fue en la Academia San Alejandro donde obtuvo los conocimientos necesarios de dibujo y modelado que la llevaron a interesarse por la escultura con una vocación desmedida.

Años de preparación y estudio dentro y fuera de la Isla lograron pulir la técnica que define a Jilma Madera en el mundo del cincel y , en cuyas piezas, de composición cerrada y equilibrada, hacen alusión al estilo neoclásico, entre formas figurativas y estilizadas. Diferentes obras emplazadas en La Habana evidencian la sobriedad, armonía y distribución proporcional de sus creaciones. Entre ellas, las placas conmemorativas al científico cubano Carlos J. Finlay, al escritor español Miguel de Cervantes y al dramaturgo William Shakespeare; el monumento al general Francisco Peraza, en el Cacahual; el de José Martí y el de Adolfo del Castillo, ambos en San Nicolás, así como la Fuente decorativa del Zoológico Nacional.

El filólogo cubano Alberto Garrandés, quien conoció de cerca a Jilma, afirma que en los años sesenta, cuando la escultora fijó su residencia en Lawton, usaba guantes largos, «no por vanidad ni por ligerezas aristocráticas, sino para ocultar las deformaciones de las manos, causadas por el continuo trabajo en la piedra, el mármol y el barro». Cuenta, además, en un artículo publicado en el sitio HyperMedia Magazine, que durante el emplazamiento del Cristo, en Italia, ella solía encargarse de los pormenores finales y la pulimentación. Al unir las piezas pasaba sus dedos por las junturas y comprobaba que los empalmes no se sintieran al tacto. Así de perfeccionista y comprometida era con el trabajo.

Su gran pasión se vio frenada en 1960 a causa del glaucoma. No obstante, fue partícipe de la Campaña de Alfabetización y contribuyó al desarrollo de la cultura de nuestro país.

El 21 de febrero del año 2000, a los 85 años, partió a la eternidad Lilia Jilma Madera Valiente, la escultora poco conocida pero dueña de una obra imperecedera que desafía las alturas y el tiempo, sobresale en relieves y magnifica en detalles.

Referencias:

El Cristo de Jilma Madera, entre la bendición y la hecatombe, de Alberto Garrandés, septiembre 30, 2020, sitio Hyper Media Magazine.

Enciclopedia cubana, EcuRed

Museo Municipal San Cristóbal, Artemisa

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Por Adian