Un joven que revive en las nuevas generaciones

Alto, moreno y con porte atlético, así era Mella. Su fuerte convicción antiimperialista se refleja en estas palabras: »La hora es de lucha, de lucha ardorosa; quien no tome las armas y se lance al combate pretextando pequeños desprecios, puede calificarse de traidor o cobarde. Mañana se podrá discutir, hoy solo es honrado luchar”.

Tenía alma de periodista. Sus primeros artículos aparecieron en la revista universitaria Alma Mater (1922-1923), de la que fue fundador y administrador. Su rebeldía natural ante las injusticias lo hicieron tomar la decisión de hacer una huelga de hambre, que marcaría su certeza de obtener el propósito más anhelado: la libertad.

»Joven, bello e insolente, como un héroe homérico». Así describió Pablo de la Torriente Brau a Julio Antonio Mella, sin dudas, el símbolo más elevado de una generación cercenada en la apoteosis de su fogosidad juvenil.

Él, Antonio Guiteras, Rubén Martínez Villena y el propio Pablo, son cuatro de los pilares sobre los cuales despierta el nuevo siglo cubano de aquel letargo de la ignominia, que mutiló el proyecto martiano de república y patria, de unidad y cultura.