El viernes 11 de enero de 1980, a las 11 y 50 de la mañana falleció la primera mujer integrante del Ejército Rebelde, la flor más autóctona de la Revolución Cubana: Celia Sánchez Manduley, pocos meses antes de cumplir 60 años.
Si una nación completa quedó tan abatida por el suceso fue porque esta muje incansable, que siempre tenía tiempo para los detalles y ocuparse de lo grande o lo pequeño, vivía incrustada en el corazón de Cuba, en las líneas de las manos de los campesinos o en los humildes que solían escribirle cuando surgían problemas.
La extraordinaria heroína de los combates clandestino y guerrillero fue víctima temprana del cáncer. Bautizada como Celia Esther de los Desamparados, hizo honor a su nombre desde muy pequeña, e incluso en la adolescencia y juventud, antes de decidirse a transformar la sensibilidad que mostraba en el medio campestre donde se crió, en la lucha militante y valiente por la justicia y por la libertad de Cuba.
Detestaba creerse cosas, miraba de frente, soltaba las verdades con una sinceridad que taladraba. Temía a los ratones, era infatigable en el trabajo y amante de la sencillez extrema. Se hacía querer de modo fácil y provocaba la admiración sin pretenderlo.
Tenía la capacidad de la broma, pero a la vez de atender lo urgente y lo complicado, de no olvidar los mínimos detalles, de escuchar —y muchas veces resolver— los problemas.
Supo hacer, en toda época, lo increíble: cuando junto a su padre y varios alumnos habaneros, en el Año del Centenario del Apóstol, subió el rostro de Martí al Turquino; cuando ayudó a salvar a los dispersos de un naufragio guerrillero en un diciembre duro; cuando se “disfrazó” de embarazada para poder cumplir un encargo clandestino y cuando subió otra a vez la Sierra Maestra para ser la primera guerrillera en el Ejército Rebelde
Con los seudónimos de Norma, Lilian, Caridad o Aly No solo cumplió importantes misiones en el abastecimiento de la guerrilla sino que también se convirtió en la primera mujer que ocupó la posición de soldado combatiente en las filas del Ejército.
Cuentan los combatientes de la guerrilla, que Celia atesoraba con celo cada documento y testimonio fotográfico de la vida de aquellos años de la tropa de rebeldes. El hecho de conservar cada nota, carta, orden o resolución fue uno de los primeros y fuertes pasos que condujeron a que después del triunfo de la Revolución, pudiera crearse la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
En los primeros años del triunfo revolucionario, Múltiples fueron, las responsabilidades asumidas por Celia entre las que destacan las de Secretaria del Consejo de Estado y diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Apasionadamente humana y tierna, con una capacidad de entrega, desprendimiento personal, sensibilidad humana y una exquisita dulzura de que la sólo son capaces las mujeres, dejó su impronta en numerosos programas sociales y proyectos de desarrollo nacional.
Alguien tan intenso y generoso alumbra todavía el camino de la Patria, sin embargo, con una luz suave y serena. Por eso no se extingue. Cuba vive con tu memoria, querida Celia.
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