Cuánta razón tiene quien opina que Cuba es Cuba y como ella no hay dos.
Nacimos en un país único, con una historia tan sincrética como su cultura; con sus playas y encantos naturales que enamoran; con su gente efusiva y calurosa; con esa sabrosura y un lenguaje único que nos marca a nivel mundial.
Fíjese usted si el cubano no se iguala a nadie que convertimos en risa nuestros propios problemas.
A veces me pregunto, ¿qué sería de nosotros- sin esa vis cómica- que nos permite enfrentar las dificultades con ingenio y hasta con sarcasmo?
Si hablamos, por ejemplo, de resistencia creativa en medio de la compleja situación económica, escasez de alimentos y otros males que nos acompañan, enseguida aparece el humor como una válvula de escape para lograr lo que para otros ciudadanos del mundo pareciera imposible.
Y claro que no todo se convierte en risas, también hay preocupaciones, lágrimas de sufrimiento y dolor, reclamos e insatisfacciones expresadas, pero pese a ello, el pueblo cubano sigue luchando y buscando soluciones para sobrellevar sus problemas cotidianos.
A lo largo de los años, los desafíos son innumerables, el incremento de la emigración, entre ellos, y la dura realidad de familias fragmentadas, asociado a este fenómeno.
Pero ni aun así, el cubano pierde su esencia de familiaridad y de unidad.
De esta manera, en tiempos de emergencia sanitaria, como la vivida durante la Covid 19, la falta de medicamentos en muchas familias se solucionó gracias a la generosidad de otros vecinos que a su vez lo recibían a través de familiares y amigos en el exterior, y así, con muchos insumos.
No importa cuán complejo se nos presente el día a día, lo largo y enmarañado el camino deseado… Tenemos que seguir siendo esa fusión dulcísima y consoladora de amor y esperanza; esa mezcla de entrega y de anhelos; de solidaridad y filantropía.
Pese a las adversidades, mantengamos ese carácter que nos convierte en seres especiales, difíciles de encontrar en ningún lugar del mundo. Así de simple, seamos cubanos.
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