Un 7 de julio de 1955, Fidel Castro, junto a un grupo de compañeros, emprendió un viaje hacia México. Este no era un simple exilio, sino una etapa fundamental en la preparación de la expedición revolucionaria del Movimiento 26 de Julio. La decisión de partir respondía a la convicción de que la lucha armada era el único camino para derrocar la dictadura de Batista.
«Desde la prisión sabía que trabajar dentro de Cuba sería muy difícil», declaró Fidel, refiriéndose a la constante vigilancia del régimen. México, con su tradición de refugio para revolucionarios cubanos, se presentaba como el lugar ideal para organizar una fuerza capaz de enfrentar a la tiranía.
Tras ser liberado de prisión en mayo de 1955, Fidel viajó a México, buscando un país neutral que le brindara mayores posibilidades de organizar la lucha en secreto. En tierras mexicanas, Antonio del Conde, «El Cuate», facilitó la adquisición de armas, mientras que Alberto Bayo, veterano de la Guerra Civil Española, se encargó del entrenamiento militar.
Fue Antonio del Conde quien adquirió el Granma, un yate construido en 1943 que sería utilizado para la travesía. Entre el 25 y el 27 de noviembre, la embarcación surcó el Golfo de México, conectando con el Mar Caribe en la madrugada del 28. El 30 de noviembre, el rumbo hacia Cuba era seguro.
La expedición no estuvo exenta de dificultades. Durante la travesía, Roberto Roque cayó al mar, siendo rescatado tras una intensa búsqueda. Además, una noticia radial informaba sobre el levantamiento en Santiago de Cuba, liderado por Frank País, en apoyo al desembarco. El Granma encalló cerca de la playa Las Coloradas, y dio inicio a una nueva etapa en la lucha por la liberación de Cuba.
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