Hay un instante, en estas fechas, que puede partir una vida en pedazos. No es un choque. Es el segundo antes. El segundo en que una persona, después de celebrar, gira la llave del carro.
Piensa en esto: la carretera a estas horas no es asfalto. Es un río. Un río donde bajan todos: familias enteras, amigos que vuelven, padres con regalos en el asiento trasero. Gente con sueños para el año nuevo.Y ahora piensa en el alcohol. No es un «simple trago». Es un ladrón. Te roba el tiempo de reacción. Te roba la noción de velocidad y distancia. Te convierte en un peligro lento, que no siente el peligro. Ese ladrón se sube contigo al carro.
No hablamos de «posibilidades». Hablamos de física. De metal, de vidrio, de cuerpos. Cuando un carro a velocidad choca, la fuerza es brutal. No hay discusión con la física. El alcohol solo asegura el golpe.
Por eso esta petición no es un regaño. Es un pacto. Un pacto con la gente que quieres y con la gente que ni conoces, pero que también va en ese río de asfalto.
El truco es simple, y no arruina la fiesta: designa a tu conductor. La persona que no bebe esa noche. Es su rol más importante del año.  llama el taxi, quédate a dormir. Que el plan para volver sea tan claro como el plan para salir.
No dejes que tu última decisión del año sea la peor. No dejes que el brindis por lo que viene se convierta en la despedida de lo que ya tenías.
Que estas fiestas dejen recuerdos, no remordimientos. Lleguemos todos. Lleguemos vivos.
Dayamí Tabares Pérez
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